"La clave consiste en animarnos a sacarnos de encima nuestra supuesta identidad, instalarnos en el mundo sin tener la exigencia de responder a ella, descubriéndonos todo el tiempo y observando qué nos sale.
Cada vez estoy más convencida de que la identidad es algo que nos inventamos y nos hace sufrir, porque nos exige responder de acuerdo con ella.
Buscamos la intensidad del encuentro pero cuando llega nos asustamos, nos desestabilizamos. Y sin embargo es muy difícil no ansiarlo, porque intuimos que no hay nada más saludable que un encuentro auténtico, sin máscaras, sin engaños, actualizado y sin expectativas. Pero también intuimos que el riesgo de sufrir tiene un precio muy alto.
Pienso que nos da tanto miedo entregarnos, fundirnos en el otro, que sólo podemos hacerlo parcialmente. Este es el intento de protección contra los dos grandes monstruos: el rechazo y el abandono.
Me parece increíble el miedo a la entrega. Cómo reaccionamos para no encontrarnos. Cómo armamos líos y creamos distancia. Cómo nos confundimos y confundimos a los demás.
Cuando deseamos y el otro está, es muy hermoso. Pero cuando no es así, el dolor nos parece más insoportable que cualquier otro sufrimiento.
Pienso que esta dinámica de lo real también opera sobre la personalidad.
Me refiero al "ser" en pareja y al "ser" de cada uno. La personalidad es un vehículo para llegar al ser; disolviéndola, llegamos a la captación de nuestra esencia.
La personalidad se identifica con una parte del ser pero es importante tomar conciencia de que somos el ser y no solo la posición con la que nos identificamos.
La mente tiene esta capacidad de definirnos de cierta manera, como si al ser de tal o cual forma no pudiéramos ser de ninguna otra.
Este es el mecanismo que nos impide ser completos.
Damos por sentado que somos el yo que nuestra mente ha construido y no advertimos que ese yo es algo que se formó en el pasado, que tiene sus raíces allí y que su lealtad está dirigida a cosas que ocurrieron entonces, hechos y recuerdos más o menos distorsionados que estamos sosteniendo y tratando de mantener o de ocultar. En consecuencia, no podemos estar totalmente presentes, porque estamos atados a las cosas del pasado que nos determinaron a crear nuestra identidad.
Pieza por pieza, el yo estructurado (la personalidad) es una resistencia a la presencia incondicional.
El trabajo consiste en cambiar nuestra lealtad al yo construido, el yo habitual (ambos referidos como la personalidad que construimos para sobrevivir), y ser leales a lo que podríamos llamar nuestra verdadera naturaleza, que está por afuera de las barreras de nuestro yo construido y que no puede ser contenido dentro de esas barreras.
Tenemos que estar listos para corrernos de nuestra personalidad, para dejar que pierda fuerza, para agradecerle que nos haya ayudado a sobrevivir hasta ahora, pero aceptar que ya no nos sirve.
Estamos acostumbrados a vivir encerrados dentro de ella; no sabemos cómo es dejarnos ser sin el freno de nuestra identidad. Nos da miedo y es muy difícil meternos en los lugares oscuros de nuestro ser y abandonar nuestra vieja y conocida identidad. El hecho de dar y recibir amor se convierte en una tarea muy ardua si no estoy decidido a dejar mi vieja estructura. No es que podamos tomar la decisión de dejar nuestra vieja identidad y conectarnos inmediatamente con nuestro ser. Si fuera tan fácil todo el mundo lo haría, porque todos buscamos amor.
No se trata de librarnos de nuestro yo construido, ni de romperlo, ni siquiera es cuestión de criticarlo o condenarlo de ninguna manera. Hacer esto sería un error. Porque es un paso en el camino, tuvo y sigue teniendo una función.
Las diferencias entre la estructura y la esencia a veces no son tan rígidas, pero siempre son importantes.
La estructura está basada en el pasado, la esencia es siempre presente.
La estructura es reactiva, en cambio la esencia es abierta y no reactiva.
La estructura está relacionada con tratar de hacer, con el esfuerzo; por el contrario, la esencia es sin esfuerzo, es no hacer.
La estructura está siempre mirando algo, queriendo algo, necesitando algo, siempre hambrienta y deficiente. La esencia está llena, no necesita nada.
La estructura está mimando afuera, la esencia se asienta en sí misma.
Welwood nos anima a salirnos de la idea de un yo estructurado. El propone directamente que nos conectemos con el vacío en vez de esforzarnos en llenarlo con una falsa identidad.
Pero esa sensación de vacío encarna la gran amenaza a nuestra estructura. De hecho, todo el proyecto de identidad es una defensa para no sentirla.
La mente no puede agarrar el vacío, la mente crea las historias sobre el vacío, como si fuera un agujero negro.
La personalidad construye una barrera y todo lo que está afuera aparece como potencialmente peligroso y transforma esa conducta evitativa en una necesidad vital, consiguiendo que la vida acabe girando permanentemente alrededor del peligro que implica el vacío.
Creo que estaremos mucho más vivos si nos animamos a darnos cuenta de que no estamos necesariamente obligados a saber todo el tiempo quiénes somos, y que no tenemos por qué asegurar exactamente y al detalle qué se puede esperar de nosotros.
Darnos cuenta de que sí podemos (y quizás debemos) lanzarnos a la experiencia de lo que deviene sin encadenarnos a un yo que nos limite a unas pocas respuestas conocidas."
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