Hoy es jueves.
Y por el celular puedo escuchar una voz queda, muy queda, no tan queda. Una voz, la reconozco y sonrío y algo en esa voz falta. Hay una nota menos, un tono menos.
Y me apresuro, a un lugar abierto donde la voz está dormida.
Duerme profundo y beso su frente para despertarla.
Despierta llorando.
-¿Qué pasa?
-No sé.
No sabe, y está llorando. Mis brazos responden, mis labios responden. Mi cerebro, en un segundo procesa la información y la analiza, la redirige y manda rápido una respuesta. Todo esto, fuera de mi ser consciente, yo sólo sé que debo hacer. Tomo una mano. Toma su mochila, la abre, me entrega su comida. Me alimenta, como siempre.
Hubo un tiempo en que yo no era esta. Hubo un tiempo en que yo lloraba, no mientras dormía, mientras hablaba. Y yo le daba mi comida y yo la alimentaba. Yo recibía esta mano.
Han pasado, exactamente 6 minutos, y mis piernas pierden estabilidad.
Y cambio de posición y me aferro a eliminar un sentimiento ajeno. Me aferro con uñas y con dedos engarrotados a deshacer algo intangible.
Sin mayor esfuerzo lo logro, han sido batallas anteriores las que me dan hoy la victoria.
-¡Eso no es justo, tu conoces el truco!
-Claro que lo conozco. Conozco todo de ti.
¿Han tomado alguna vez, un niño de la mano? Y no por tener que hacerlo, sino porque te la ofrezcan.
¿No han sentido en tal momento, que todo era suficiente?
Un niño tiene las claves de la felicidad. Es simple y su pensamiento es lógico, sin el ruido de una sociedad bien truqueada que lo bloqueé.
Y te ofrece su mano, no porque lo necesite. Porque quiere. Porque es importante. Porque es ahora cuando entiende como funciona el mundo. Y como debe de ser. No más adelante. Más adelante se llenará de información que dará formas ambiguas a su pensamiento, conocerá de depresiones y conocerá la decepción. Conocerá la manipulación, incluso la de su propio pensamiento. Conocerá el chantaje, divagará en su mente, y de a poco llegará el día en que despierte a una vida que nunca quiso, con el paso de los años perderá toda esperanza. Perderá también la confianza, en sí mismo y en el resto de las personas. Sea o no su decisión.
Despertará un día, a ser una niña llorando. Pidiendo a gritos un abrazo.
Esa niña, que de niña sólo le queda el título, no pedirá mi mano, pero se la he de ofrecer. Y si la acepta o la rechaza queda en ella.
Pero aún transformándolo en letras no parece convencerme "Queda en ella".
Renuncio a mi derecho de renuncia.
Estamos avanzando, cerca de 60 km por hora. Y bebemos chai. Comemos sensatez. Reconocimiento.
¿Qué le di, además de una mano? No lo sé, realmente no lo sé. Pero me alegra.
¿Es una persona suficiente para sanar un alma?
¿Alguien, algún día responderá mis preguntas?
Soy una mala persona, soy una pésima persona, ilusiono y doy vida y luego sin mayor aviso dejo caer en vacíos. Soy pedante, una persona hasta el límite llena de sí misma, y soy cínica como sólo aquel que ha tenido el alma rota saber serlo. Me llena la venganza, me llama el drama. Me gusta lastimar, me gusta lastimar, me encanta lastimar y sentir como se rompe a pedazos un cuerpo. Soy de ese tipo de desconfiadas, que pone a prueba a sus amigos sólo para ver quién se queda. Y quien se va, pues que se vaya. A mi qué.
¿Por qué escribo esto? Es obvio que algo así, nunca saldría de mi. Pero ¿Por qué no?
¿Por qué no me regaño? ¿Por qué me doy tantas oportunidades y tanto margen de error? ¿Por que, si me equivoco no es el fin del mundo? ¿Por qué puedo tropezar sin sentirme estúpida?
¿Por qué, pase lo que pase, sigo caminando estando feliz de hacerlo?
Voy a tomar más manos.
"Tú no tienes un alma. Tienes un cuerpo. Eres un alma."
Y los jueves como hoy, me sorprende una conexión que me ha sorprendido desde el primer instante.
Los jueves como hoy. Siento que hay una razón por la que yo tenga este pensamiento y escriba esto. Una razón por la que haya reprimido años de mi vida y no tenga interés alguno de traerlos de vuelta.
Los jueves como los de hace 15 años se llenaban de un "quiero ser alguien", pero los jueves como hoy, fui quien supo comprender una octava parte de un alma que no es en nada parecida a la mía. Y supe amarla, como sólo un niño sabría amar las lágrimas que caen de una persona que sonríe. Hoy supe llorar por saber ofrecerme más allá del ego, por saber dar.
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