Los sonidos, son todos difusos, todos menos una voz.
Voz de ligeros contrastes.
Las luces, todas son blancas. Todas verdaderas.
No hay luz artificial aquí, esos detestables focos han muerto.
Se estrellaron. Se estrellaron.
No hay un equilibrio en el mundo, pero saben, hay equilibrio en el mundo.
¿Por qué insisto en las ambivalencias?
Porque hacen conjuntos, completan los espacios en blanco.
Estos días anhelo; los simples.
En estos días, soy yo, un árbol.
Y con el viento se mecen mis hojas, se acarician unas a otras.
Y yo, en completa paz, suspiro. Suspiro, suspiro, suspiro.
Por querer retener un momento, lo tomo en aire y lo guardo en los pulmones.
Estoy en una armonía simbólica; lejos, muy lejos de como vivía este plano.
Estoy un nivel más arriba. En dónde el vacío representa más que el reto y la salida.
Aquí puedo escuchar a los pájaros en cada una de sus notas.
Aquí trasciendo ideas y modelo manos en barro.
Aquí soy árbol, soy vida.
Aquí todo es un simbolismo. La canción es poesía, la poesía es verdad.
La verdad en forma de tazas. La verdad susurra que estoy segura.
Aquí todo significa algo, y las palabras son y están en ellas mismas.
No necesitan de mi pronunciación, ni mi gramática. No necesitan un contexto.
¿Cuántas veces has sentido, Scarlet, que puedes tocar en cielo con tan sólo el roce de una mano?
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