domingo, 25 de marzo de 2012

Ahora me encuentro en un pesero, se tarda tanto en salir, está haciendo base.
Llega a mis pensamientos. No, no llega; vuelve. Siempre está.
Ahora empieza a avanzar.
“Quiero que te conviertas en alguien fuerte, no, no fuerte, fuertísima.”
Ahora resulta (y digo esto sin sarcasmo) que tengo un amor.
Y que camina a mi lado.
Soy una.
No. Somos una.
Agradecida me presento ante ese cielo rosa y ante los caballos.
A todos los alimento ahora: con nubes, con destellos.
Soy este estado de calma, pero no de pasividad.
Mi calma es activa ¿Seguimos contradiciendo?
Mi paz es activa. Y ama.
¿Animismo? Ahora siento que todo a mi alrededor está vivo.
¿Delirio? Sí, de grandeza, pero no en ese sentido peyorativo que la gente acostumbra darle, esta grandeza es completamente compartida, expansiva, altruista y compasiva.

Ahora me encuentro caminando, esta calle que ya he recorrido antes.
Y con las misma persona en mente.
Rectifico, no es la misma persona, es sólo el mismo cuerpo.
Camino y lo único que escucho son aves.
Ella sabe trinar. Podría ser un ave o un sueño. Ella es.
Intento localizar el sonido y dos de ellos se presentan ante mí. “Somos aves y ya nos vamos”
Y se van. Y me siento halagada por hablar con ellos.

Ahora estoy sentada, transcribo un poema (de Sabines, claro)
Y me quedo por un momento congelada en el tiempo. Regreso. Paro la música.
Todo queda en silencio. Y ladeo un poco la cabeza, como cuando vas a recordar algo.
Excepto que no recuerdo nada. Sólo siento como ese instante se desliza por mi cuerpo.
Siento pasar el tiempo como algo completamente tangible. Y la calma ¡Ay, la calma!
Como se escurre en mis adentros. Espesa pero no pesada.
L L E N A T O D O E N M I I N T E R I O R

Ahora estoy en una comunidad llena de sonrisas.
Todos juegan y todos, mágicamente, vuelven a tener 9 años.
Yo no. Yo me encuentro dentro de una casa, es cómoda y es muy muy grande desde donde la percibo.
Yo tengo veinte años y nunca antes me sentí tan completa.

Ahora, en un parpadeo siento el pasto.
En un instante recorro el cielo, con sus atardeceres y sus días nublados.
Puedo elegir tener los días más soleados o hacer surgir la lluvia.
Puedo ver. PUEDO VER.
He conquistado mi ceguera.
Y trino palabras que nunca antes dije en voz alta.

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