A veces tengo unas tremendas ganas de descifrar la vida.
Es despertar en un cuarto blanco, le he ido deslavando el color con los años.
Dónde puedo escribir cada día una nueva historia.
Una nueva imágen.
Es despertar y no saber a dónde ir, querer descifrar la vida.
Cuando era más jóven pensaba, que cuando creciera se me entregaría
en una caja con signos de precaución, las instrucciones de la vida.
Y no llegó. Aún no llega. Y desesperé.
Muchas veces desesperé.
A veces quiero que lleguen respuestas.
Pero bien me han dicho (o me he convencido)
que sólo respuestas obtiene quien vive en duda.
Pregunta. Haz una pregunta.
Deja de esperar las instrucciones, deja de esperanzar.
Tenle miedo a la vida y toma decisiones aún más aterradoras.
Busca.
Busca. Busca.
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche."
"Porque tu nombre es fiesta de trigos y manzanas."
Aún podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mío ese lugar de nadie."
b u s c a
me dijo b u s c a.
Es que entre más aprendo más sensible me siento.
Y veo el cielo tres, cuatro horas y arriesgo un pie, una mano por una foto.
Y subo, subo a lo más alto y gateo. Y tiemblo.
Y el cielo no para, no para de absorberme.
¿Es esto paranoia? ¡El cielo esta en mi contra!
Me reclama, me dice, me agita, me hipnotiza.
El cielo me quiere en calma y entonces se pinta, de un naranja o de un rojo.
Y quiero descifrar el cielo.
Y duermo entre brazos y olores hogareños. Me abrazan, me cuidan.
Y quiero descifrar el amor.
Y sueño, y uso ropas ajenas. Y juego y río. Y caigo, y río de nuevo.
Y quiero descifrar la vida.
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