viernes, 13 de abril de 2012

Uno puede recorrer días
sin preguntarse que le hace seguir
Uno vive, se dice.
Sólo vive.
Pero uno no está ciego, simplemente es un velo.
Que puedes quitar o no según tus ganas.
Hay veces en que el velo cae.
Sin quererlo y muchas veces sin siquiera presentirlo.
Se cae.
Y puedes verlo todo.
Lo bello, lo aterrador, ahí está todo. Todo real.
Pero no es aterrador como pensarían, es iluminador.
Una vez que no hay velo, no hay manera de ponerlo. Es mentirse.
Como mentirme sería decir que puedo seguir y vivir como vivía.
Sin ti y sin lo que aportas a mi vida.
Alguna vez escribí que mi camino sigue contigo.
Pero sin ti, ya no hay camino.
Y sé que es por romanticismo, el camino sí sigue, siempre sigue.
Pero creo que entonces debo decir, que no es que ya no haya camino.
Es que ya no lo quiero así.
No cuando sé lo magnífico que es compartirlo.
La plenitud que puedo sentir. La paz, los silencios.
Sin tú, sin esto. No sería. No estaría.
Grandioso.
Revelador.
(Ahora respiro, ahora cierro los ojos, como cuando sientes el viento tocar tu cara con la máxima ternura, abres los ojos y la luz no lastima y los sonidos son tenues, el mundo está, tú en él, y todo va... con calma va. Y va bien.)

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