¿Qué es lo más molesto?
Pensar que sentimos y vivimos lo mismo.
El mismo distanciamiento, la misma ruptura.
Cuando no fue así, cuando la única rota soy yo.
Y tu, en grades compañías. ¿Soledad?
Ja, soledad y tu repartiendo meses, regalando besos.
Sí, hay que ser sinceros, si me lo guardo me lo quedo,
si me lo quedo, me lo como, si me lo como, me pudre por dentro.
martes, 31 de enero de 2012
domingo, 29 de enero de 2012
Seguir el instinto.
Seguir el instinto es importante.
Siempre es correcto, el aviso es constante.
Pero la pasión... la pasión también es fuerte.
Muy fuerte.
Y entonces decimos "No puede ser tan malo"
O cómo lo leí antes "Mi amor lo va a salvar"
Instinto: La verdad que no quieres oír, menos de ti misma.
Siempre es correcto, el aviso es constante.
Pero la pasión... la pasión también es fuerte.
Muy fuerte.
Y entonces decimos "No puede ser tan malo"
O cómo lo leí antes "Mi amor lo va a salvar"
Instinto: La verdad que no quieres oír, menos de ti misma.
jueves, 26 de enero de 2012
No sé bien como empezar cartas, pero ahí vamos. A ver que sale.
Siento muchísimas cosas.
En todas las vacaciones regresé una y otra vez los mensajes de texto, los mensajes directos, las conversaciones, los chats. Por todo donde hablamos.
Claro que había señales.
No me puedes decir que fue algo que no tenías planeado porque sabemos que es mentira. Y sabemos que sería lo mismo si te digo que no lo vi venir.
No me siento mal, ni por un segundo. Mal nunca.
A veces es nostalgia, es extrañar, anhelar.
Aún pienso mucho en `ónde estaba mi razón. ¿Te quise por ti? ¿Te quise porque me querías? ¿Te quise porque eras mi pequeño proyecto personal? Yo, tu maestra.
Aún no quiero concretar ese pensamiento, me da miedo.
Y me da vergüenza, involucrarme con un alumno. Lo mal que estuvo.
Leí los últimos, los de la semana antes. Todos, en absolutamente todos tu poniendo distancia, evitando los "te quiero", diciendo "yo también", bajando la cabeza sabiendo que me llevabas a ningún lado y yo, tomando tu mano pensando que estaba segura.
Víctima no soy.
Y las primeras semanas vivía bajo una única sentencia: Castigarte.
Te quito mi presencia. Te quito mi apoyo. Mi cariño por supuesto.
Y mi corazón, como siempre, rehusándose a odiar.
Pero te alejo, en pasos y en letras. ALÉJATE.
Aquel día de enero fui a buscar mi propia sentencia.
¿Te dije acaso, una sola mentira?
Sí, claro que lo hice, te dije mil.
¿Entonces, por qué aún siento que soy yo la que pierde?
No, no puedes venir y decirme que has decidido quererme aún si estás lejos.
(Lo que debí haber dicho: Esas son mamadas)
¡JA! Una y otra vez, ja.
Vienes con tus canciones y tus poemas y tus depresiones al borde.
Y tu esperanza, renovada, gracias a mi, dices.
Y yo, yo no quiero ser tu amiga pero te quiero ayudar.
Que contradicción ¿Quién habrá de entenderme?
Odiarte, nunca. Vencerme, menos.
Maestra dividida entre el valor del aprendizaje y mi propio coraje.
"Siempre quiero saber de ti y de tus días"
Pero yo, yo no siempre quiero saber de ti, mucho menos de tus días.
De tu manera de vivir la vida que en 4 meses aprendí a despreciar.
Aprendí de mi, si. Pero no por tu ayuda sino con tu desesperación.
Se como suena esto, lo egoísta, la gran crítica que presento.
"De tu manera de vivir la vida" he dicho.
Podría ahorrarme estas palabras y pensar que vivimos tiempos buenos.
Pero ¿A quién le miento? A mi no, al menos no más.
Debí dejarte cuando mencionaste que no eras persona para mi, que merecía yo algo mejor.
Debí dejarte cuando estaba harta de ti y tu pesimismo.
Debí dejarte aquel día que me llenaste de drama.
Debí dejarte el segundo mes. El primero te lo regalo.
Y sin embargo aquí estoy, escribiendo para ti.
Ayudando aún. No queriendo lastimarte y transfiriendo toda duda a un blog y borrandole de el mail.
Aquí estoy, pensando en que eres la peor relación que he tenido.
La peor sin duda y con palmas. Y aquí estoy, escribiendo que seas fuerte, que sigas luchando.
¿Lo ha valido todo?
Entonces grítame en la cara que todo ha valido.
¡DIME QUE HA VALIDO"
Siento muchísimas cosas.
En todas las vacaciones regresé una y otra vez los mensajes de texto, los mensajes directos, las conversaciones, los chats. Por todo donde hablamos.
Claro que había señales.
No me puedes decir que fue algo que no tenías planeado porque sabemos que es mentira. Y sabemos que sería lo mismo si te digo que no lo vi venir.
No me siento mal, ni por un segundo. Mal nunca.
A veces es nostalgia, es extrañar, anhelar.
Aún pienso mucho en `ónde estaba mi razón. ¿Te quise por ti? ¿Te quise porque me querías? ¿Te quise porque eras mi pequeño proyecto personal? Yo, tu maestra.
Aún no quiero concretar ese pensamiento, me da miedo.
Y me da vergüenza, involucrarme con un alumno. Lo mal que estuvo.
Leí los últimos, los de la semana antes. Todos, en absolutamente todos tu poniendo distancia, evitando los "te quiero", diciendo "yo también", bajando la cabeza sabiendo que me llevabas a ningún lado y yo, tomando tu mano pensando que estaba segura.
Víctima no soy.
Y las primeras semanas vivía bajo una única sentencia: Castigarte.
Te quito mi presencia. Te quito mi apoyo. Mi cariño por supuesto.
Y mi corazón, como siempre, rehusándose a odiar.
Pero te alejo, en pasos y en letras. ALÉJATE.
Aquel día de enero fui a buscar mi propia sentencia.
¿Te dije acaso, una sola mentira?
Sí, claro que lo hice, te dije mil.
¿Entonces, por qué aún siento que soy yo la que pierde?
No, no puedes venir y decirme que has decidido quererme aún si estás lejos.
(Lo que debí haber dicho: Esas son mamadas)
¡JA! Una y otra vez, ja.
Vienes con tus canciones y tus poemas y tus depresiones al borde.
Y tu esperanza, renovada, gracias a mi, dices.
Y yo, yo no quiero ser tu amiga pero te quiero ayudar.
Que contradicción ¿Quién habrá de entenderme?
Odiarte, nunca. Vencerme, menos.
Maestra dividida entre el valor del aprendizaje y mi propio coraje.
"Siempre quiero saber de ti y de tus días"
Pero yo, yo no siempre quiero saber de ti, mucho menos de tus días.
De tu manera de vivir la vida que en 4 meses aprendí a despreciar.
Aprendí de mi, si. Pero no por tu ayuda sino con tu desesperación.
Se como suena esto, lo egoísta, la gran crítica que presento.
"De tu manera de vivir la vida" he dicho.
Podría ahorrarme estas palabras y pensar que vivimos tiempos buenos.
Pero ¿A quién le miento? A mi no, al menos no más.
Debí dejarte cuando mencionaste que no eras persona para mi, que merecía yo algo mejor.
Debí dejarte cuando estaba harta de ti y tu pesimismo.
Debí dejarte aquel día que me llenaste de drama.
Debí dejarte el segundo mes. El primero te lo regalo.
Y sin embargo aquí estoy, escribiendo para ti.
Ayudando aún. No queriendo lastimarte y transfiriendo toda duda a un blog y borrandole de el mail.
Aquí estoy, pensando en que eres la peor relación que he tenido.
La peor sin duda y con palmas. Y aquí estoy, escribiendo que seas fuerte, que sigas luchando.
¿Lo ha valido todo?
Entonces grítame en la cara que todo ha valido.
¡DIME QUE HA VALIDO"
miércoles, 25 de enero de 2012
Chan chan chaaaaaaaaaan.
Momento de suspenso.
I think i like herrrrrrrrrrrr.
THIS IS SOOO WRONG.
D;
Y luego le digo descaradamente. Bueno.
Bueno, bueno, bueno, bueno.
Que rápido de mi parte. Que interesante... ella. La de...
sí, la de la piel tostada.
Y los muchos kilometros de distancia.
(Y muchos años atrás)
Y muchos libros y mucha hermosura.
Momento de suspenso.
I think i like herrrrrrrrrrrr.
THIS IS SOOO WRONG.
D;
Y luego le digo descaradamente. Bueno.
Bueno, bueno, bueno, bueno.
Que rápido de mi parte. Que interesante... ella. La de...
sí, la de la piel tostada.
Y los muchos kilometros de distancia.
(Y muchos años atrás)
Y muchos libros y mucha hermosura.
Ya saben como sabe el pastel?
Sí, sí, ese, el de chocolate que hago siempre.
Que lleno de lágrimas ¿Sabe bien verdad?
Es un regalo, mis adentros.
¿Que por qué regalo?
Pues ya ves, uno va por la vida.
Con sus sabores y sus sinsabores.
Alto y bajo, cabizbajo, mirada al frente. Asi va uno.
Y de repente aparece gente.
¿Cómo qué gente? ¿Les tengo que explicar todo?
Gente, gente así como ella.
Sí, la de la piel tostada, gente que vale la pena.
Que me lleva a una librería a compartir 20 minutos de silencio y paranoia.
Gente que quiero, y luego ella.
Ella que me renueva el alma.
Sí, sí, ese, el de chocolate que hago siempre.
Que lleno de lágrimas ¿Sabe bien verdad?
Es un regalo, mis adentros.
¿Que por qué regalo?
Pues ya ves, uno va por la vida.
Con sus sabores y sus sinsabores.
Alto y bajo, cabizbajo, mirada al frente. Asi va uno.
Y de repente aparece gente.
¿Cómo qué gente? ¿Les tengo que explicar todo?
Gente, gente así como ella.
Sí, la de la piel tostada, gente que vale la pena.
Que me lleva a una librería a compartir 20 minutos de silencio y paranoia.
Gente que quiero, y luego ella.
Ella que me renueva el alma.
martes, 24 de enero de 2012
lunes, 23 de enero de 2012
El tener tantas palabras desacomodadas, ninguna esta en su lugar, no me dejan usarlas, se revelan.
Todas en mi contra.
Quisiera que me dejara de importar.
Dejar de sentir que la quiero.
Que fuera justo (mi palabra predilecta)
Dejar de ser la estúpida (porque realmente encuentro correcto el adjetivo) que termina perdiendo.
Quisiera ayudarla. Traicionarme, a mi alma y a mi estabilidad.
Todo con tal de que ella este bien.
Bien, no conforme, no sobreviviendo, BIEN.
Todas en mi contra.
Quisiera que me dejara de importar.
Dejar de sentir que la quiero.
Que fuera justo (mi palabra predilecta)
Dejar de ser la estúpida (porque realmente encuentro correcto el adjetivo) que termina perdiendo.
Quisiera ayudarla. Traicionarme, a mi alma y a mi estabilidad.
Todo con tal de que ella este bien.
Bien, no conforme, no sobreviviendo, BIEN.
miércoles, 18 de enero de 2012
domingo, 15 de enero de 2012
martes, 10 de enero de 2012
Recuerda entrar al cuarto, dar una vuelta, dos.
En no más de un metro cuadrado.
Tres, cuatro vueltas.
Sentarse sobre la cama.
Pensar "Nunca en mi vida había llorado tanto"
-¿Ni por él? preguntó la voz dentro.
No, ni por él. Ni por él otro. Ni por... nadie.
-Bueno, tenemos un nuevo ganador entonces.
De las lágrimas de amargo amor les llamo. El trofeo de las lágrimas de amargo amor.
En no más de un metro cuadrado.
Tres, cuatro vueltas.
Sentarse sobre la cama.
Pensar "Nunca en mi vida había llorado tanto"
-¿Ni por él? preguntó la voz dentro.
No, ni por él. Ni por él otro. Ni por... nadie.
-Bueno, tenemos un nuevo ganador entonces.
De las lágrimas de amargo amor les llamo. El trofeo de las lágrimas de amargo amor.
Acabo de aprender algo, tan grande.
No pensé que llegaría, en realidad ni lo conocía.
TAN GRANDE.
Mis meses valieron, uno a uno, todas mis penas.
Aprendió algo, recibí una pequeña muestra de lo que espero
sea una mentalidad y una forma de vivir aún más grande.
Di la semilla, con todo mi amor y hoy vi cómo germinó.
Uno a uno, incluso si hubieran sido 10 u 11 meses, todos habrían valido todas mis penas vividas.
Aprendió.
Y es infinitamente grato.
Y es más grande que el hecho de que no esté conmigo.
Va a estar bien, sin mi.
(Por un momento -al fin, después de todo este tiempo- tuve la certeza de quele tengo un amor verdadero, amor, no fantasía, no ilusión, ni cariño, amor.)
Que agradecida me siento. (Y qué triste el no poderlo compartir)
No pensé que llegaría, en realidad ni lo conocía.
TAN GRANDE.
Mis meses valieron, uno a uno, todas mis penas.
Aprendió algo, recibí una pequeña muestra de lo que espero
sea una mentalidad y una forma de vivir aún más grande.
Di la semilla, con todo mi amor y hoy vi cómo germinó.
Uno a uno, incluso si hubieran sido 10 u 11 meses, todos habrían valido todas mis penas vividas.
Aprendió.
Y es infinitamente grato.
Y es más grande que el hecho de que no esté conmigo.
Va a estar bien, sin mi.
(Por un momento -al fin, después de todo este tiempo- tuve la certeza de quele tengo un amor verdadero, amor, no fantasía, no ilusión, ni cariño, amor.)
Que agradecida me siento. (Y qué triste el no poderlo compartir)
CARTA NO. 7
VII
Roma, 14 de mayo de 1904
Muy estimado señor Kappus:
Ha pasado mucho tiempo desde que recibí su última carta. No me lo tome a mal: primero el trabajo, luego los contratiempos, y por último mis dolencias estuvieron retrayéndome una vez y otra de darle esta respuesta, que -tal era mi deseo- había de llegarle como fruto de unos días apacibles y buenos. Ahora vuelvo a encontrarme un tanto mejor: también aquí se hizo sentir duramente el comienzo de la primavera con sus malignas y caprichosas variaciones. Así llego por fin a saludarle, estimado señor Kappus, y a decirle con sumo gusto, de todo corazón y como yo mejor sepa, esto y aquello en contestación a su carta. Ya ve: he copiado su soneto por hallarlo bello y sencillo, y porque está compuesto con tan recatado primor. Son éstos los mejores versos suyos que me ha sido dado leer. Ahora le entrego la copia que de ellos hice, porque sé cuánta importancia tiene y qué caudal de nuevas experiencias nos descubre el volver a encontrar un trabajo propio, escrito con letra ajena. Lea estos versos como si fueran de otro, y sentirá en lo más hondo del alma cuán suyos son. 12
Ha sido para mí una gran alegría el leer a menudo su soneto y su carta. Por ambas cosas le doy las gracias. No debe dejarse desviar en su soledad porque haya en usted algo que ansíe evadirse de ella. Precisamente este deseo, si usted sabe aprovecharlo con serenidad y dominio, sirviéndose de él como de un instrumento, le ayudará a ensanchar su soledad en dilatado campo. La gente, valiéndose de criterios convencionales, lo tiene todo resuelto, inclinándose siempre hacia lo más fácil, y buscando aún el lado más fácil de lo fácil. Pero está claro que nuestro deber es atenernos a lo que es arduo y difícil. Todo cuanto vive se atiene a ello. Todo en la naturaleza crece y lucha a su manera y constituye por sí mismo algo propio, procurando serlo a toda costa y en contra de todo lo que se le oponga. Poca cosa sabemos. Pero que siempre debemos atenernos a lo difícil es una certeza que nunca nos abandonará. Es bueno estar solo, porque también la soledad resulta difícil. Y el que algo sea difícil debe ser para nosotros un motivo más para hacerlo.
También es bueno amar, pues el amor es cosa difícil. El amor de un ser humano hacia otro: esto es quizás lo más difícil que nos haya sido encomendado. Lo último, la prueba suprema, la tarea final, ante la cual todas las demás tareas no son sino preparación. Por eso no saben ni pueden amar aún los jóvenes, que en todo son principiantes. Han de aprenderlo. Con todo su ser, con todas sus fuerzas reunidas en torno a su corazón solitario y angustiado, que palpita alborotadamente, deben aprender a amar. Pero todo aprendizaje es siempre un largo período de retiro y clausura. Así, el amor es por mucho tiempo y hasta muy lejos dentro de la vida, soledad, aislamiento crecido y ahondado para el que ama. Amar no es, en un principio, nada que pueda significar absorberse en otro ser, ni entregarse y unirse a él. Pues, ¿qué sería una unión entre seres inacabados, faltos de luz y de libertad? Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo; para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro. Es una gran exigencia, un reto, una demanda ambiciosa, que se le presenta y le requiere; algo que lo elige y lo llama para cumplir con un amplio y trascendental cometido. Sólo en este sentido, es decir, tomándolo como deber y tarea para forjarse a sí mismo "escuchando y martilleando día y noche", es como los jóvenes deberían valerse del amor que les es dado. Ni el absorberse mutuamente, ni el entregarse, ni cualquier otra forma de unión, son cosas hechas para ellos, que por mucho tiempo aún, han de acopiar y ahorrar. Pues todo eso es la meta final. Lo último que se pueda alcanzar. Es tal vez aquello para lo cual, por ahora, resulta apenas suficiente la vida de los hombres.
Pero en esto yerran los jóvenes tan a menudo y tan gravemente. Ellos, en cuya naturaleza está el no tener paciencia, se arrojan y se entregan, unos en brazos de otros, cuando les sobrecoge el amor. Se prodigan y desparraman tal como son, aun sin desbrozar, con todo su desorden y su confusión... Mas ¿qué ha de suceder luego? Qué ha de hacer la vida con ese montón de afanes truncos, que ellos llaman su convivir, su unión, y que, de ser posible, desearían poder llamar su felicidad, y aún más: ¡su porvenir! Ahí se pierde cada cual a sí mismo por amor al otro. Pierde igualmente al otro, y a muchos más que aun habían de llegar. Pierde también un sin fin de horizontes y de posibilidades, trocando el flujo y reflujo de posibilidades de sutil presentimiento por un estéril desconcierto, del cual ya nada puede brotar. Nada sino un poco de hastío, desencanto y miseria, y el buscar tal vez la salvación en alguno de los múltiples convencionalismos que, cual refugios abiertos a todo el mundo, dispuestos están en gran número al borde de este peligrosísimo camino. Ninguna región del humano sentir se halla tan provista de convencionalismos como ésta. Ahí hay salvavidas de variadísima invención: botes, vejigas, flotadores... Recursos y medios de escape de toda laya supo crear la sociedad, ya que por hallarse predispuesta a tomar la vida amorosa como mero placer, tuvo también que hacerla fácil, barata, segura y sin riesgos, como suelen ser las diversiones públicas.
Por cierto, muchos jóvenes que aman de un modo falso, es decir, haciendo del amor una simple entrega y rehuyendo la soledad -nunca llegará a más el promedio de los hombres-, sienten el peso de su falta, y también a este trance en que han venido a encontrarse, quieren infundirle vida y fecundidad de una manera propia y personal. Pues su naturaleza les revela que las cuestiones de amor, menos aun que cualquier otra cosa de importancia, jamás pueden ser dirimidas por algún procedimiento de carácter público, de conformidad con tal o cual convenio. Que son asuntos privativos de cada cual y deben resolverse de modo individual, de ser a ser, precisándose en cada caso de una solución exclusivamente personal. Pero ¿cómo ha de ser posible que ellos, quienes al juntarse se han despeñado y hundido en una misma confusión, dejando de deslindarse y de distinguirse el uno del otro, y no poseyendo, por tanto, nada propio ya, acierten a dar con alguna salida, por sí mismos, desde el abismo de su derrumbada soledad?
Obran en virtud de un común desamparo y, cuando luego quieren, con la mejor voluntad, rehuir algún convencionalismo notorio -por ejemplo el matrimonio-, caen en las tenazas de otra solución convencional, tal vez menos manifiesta, pero igualmente mortal. Pues ahí -dentro de un amplio ámbito en derredor suyo- todo es convención. Allí donde se obre al impulso de una confluencia prematura y de un turbio convivir, cualquier lazo que derive de tal desorden tiene su convencionalismo, por muy insólito que parezca; es decir: aunque resulte "inmoral" en el sentido corriente de la palabra. Hasta la separación viene a ser un paso convencional, una decisión nacida del azar, impersonal y sin fuerza ni fruto.
Quien seriamente repare en ello, descubre que, como para la muerte, que es cosa difícil, tampoco para el arduo cometido del amor se han hallado aún ni luz ni solución, ni señal ni camino. Para esas dos tareas -amor y muerte, que veladas y ocultas llevamos dentro, y que retransmitimos a otros sin descorrer el velo que las recubre- no se podrá dar con ninguna regla común que se funde en algún convenio. Pero en la misma medida en que iniciemos nuestros intentos de vivir cada cual como un ser independiente, esos magnos asuntos nos encontrarán, a cada uno de nosotros, más próximos a ellos. Las exigencias que la difícil tarea del amor presenta a nuestro desarrollo, son de inmensa magnitud. Nosotros, como principiantes, no estamos a su altura. Pero si a pesar de todo sabemos perseverar y llevamos este amor a cuestas, como carga y aprendizaje, en lugar de perdernos en ese juego fácil y frívolo, tras del cual los hombres se han escondido para eludir cuanto hay de más serio y de más grave en su existencia, entonces, un pequeño progreso y algún alivio serán tal vez perceptibles para aquellos que lleguen largo tiempo después de nosotros. Y esto ya sería mucho...
Es que apenas ahora empezamos a considerar las relaciones entre un individuo y otro, sin prejuicios y de manera objetiva. Los intentos que vamos realizando a fin de vivir tales relaciones nada tienen ante sí que les pueda servir de ejemplo. Sin embargo, se dan ya en el correr y mudar del tiempo muchas cosas que quieren acudir en auxilio de nuestro tímido principiar.
La mujer, en su propio desenvolvimiento más reciente, sólo por algún tiempo y de modo pasajero imitará los hábitos y modales masculinos, buenos y malos, ejerciendo a su vez las profesiones generalmente reservadas al hombre. Tras la incertidumbre de tales etapas transitorias, quedará de manifiesto que si las mujeres han pasado por la gran variedad y la continua mudanza de esos disfraces a menudo risibles, fue tan sólo para poder depurar su modo de ser peculiarísimo, y limpiarlo de las influencias deformadoras del otro sexo. Por cierto, las mujeres, en quienes la vida se detiene, permanece y mora de una manera más inmediata, más fecunda, más confiada, deben de haberse hecho seres más maduros y más humanos que el hombre. Éste, además de liviano -por no obligarlo el peso de ningún fruto de sus entrañas a descender bajo la superficie de la vida- es también engreído, presuroso, atropellado, y menosprecia en realidad lo que cree amar... Esta más honda humanidad de la mujer, consumada entre sufrimientos y humillaciones, saldrá a la luz y llegará a resplandecer cuando en las mudanzas y transformaciones de su condición externa se haya desprendido y librado de los convencionalismos añejos a lo meramente femenino. Los hombres, que no presienten aún su advenimiento, quedarán sorprendidos y vencidos. Llegará un día que indudables signos precursores anuncian ya de modo elocuente y brillante, sobre todo en los países nórdicos, en que aparecerá la mujer cuyo nombre ya no significará sólo algo opuesto al hombre, sino algo propio, independiente. Nada que haga pensar en complemento ni en límite, sino tan sólo en vida y en ser: el Humano femenino...
Tal progreso -al principio muy en contra de la voluntad de los hombres, que se verán rebasados y superados- transformará de modo radical la vida amorosa, ahora llena de errores, y la convertirá en una relación tal, que se entenderá de ser humano a ser humano y ya no de varón a hembra. Este amor más humano, que se consumará con delicadeza y dulzura infinitas -imperando luz y bondad, así en el unirse como en el desligarse- se asemejará al que vamos preparando entre luchas y penosos esfuerzos: el amor que consista en que dos soledades se protejan, se deslinden y se saluden mutuamente...
Además, esto: no crea que se haya perdido aquel gran amor que le fue encomendado antaño, cuando aun era niño. ¿Acaso puede afirmar usted que no maduraron entonces en su corazón, grandes y buenos anhelos, y propósitos de los que aun hoy sigue viviendo? Yo creo que ese amor perdura tan fuerte y poderoso en su recuerdo, porque fue su primer aislamiento profundo. Y también la primera labor que realizó en aras de su vida. ¡Todos mis buenos deseos para usted, querido señor Kappus!
Su
Rainer Maria Rilke
Roma, 14 de mayo de 1904
Muy estimado señor Kappus:
Ha pasado mucho tiempo desde que recibí su última carta. No me lo tome a mal: primero el trabajo, luego los contratiempos, y por último mis dolencias estuvieron retrayéndome una vez y otra de darle esta respuesta, que -tal era mi deseo- había de llegarle como fruto de unos días apacibles y buenos. Ahora vuelvo a encontrarme un tanto mejor: también aquí se hizo sentir duramente el comienzo de la primavera con sus malignas y caprichosas variaciones. Así llego por fin a saludarle, estimado señor Kappus, y a decirle con sumo gusto, de todo corazón y como yo mejor sepa, esto y aquello en contestación a su carta. Ya ve: he copiado su soneto por hallarlo bello y sencillo, y porque está compuesto con tan recatado primor. Son éstos los mejores versos suyos que me ha sido dado leer. Ahora le entrego la copia que de ellos hice, porque sé cuánta importancia tiene y qué caudal de nuevas experiencias nos descubre el volver a encontrar un trabajo propio, escrito con letra ajena. Lea estos versos como si fueran de otro, y sentirá en lo más hondo del alma cuán suyos son. 12
Ha sido para mí una gran alegría el leer a menudo su soneto y su carta. Por ambas cosas le doy las gracias. No debe dejarse desviar en su soledad porque haya en usted algo que ansíe evadirse de ella. Precisamente este deseo, si usted sabe aprovecharlo con serenidad y dominio, sirviéndose de él como de un instrumento, le ayudará a ensanchar su soledad en dilatado campo. La gente, valiéndose de criterios convencionales, lo tiene todo resuelto, inclinándose siempre hacia lo más fácil, y buscando aún el lado más fácil de lo fácil. Pero está claro que nuestro deber es atenernos a lo que es arduo y difícil. Todo cuanto vive se atiene a ello. Todo en la naturaleza crece y lucha a su manera y constituye por sí mismo algo propio, procurando serlo a toda costa y en contra de todo lo que se le oponga. Poca cosa sabemos. Pero que siempre debemos atenernos a lo difícil es una certeza que nunca nos abandonará. Es bueno estar solo, porque también la soledad resulta difícil. Y el que algo sea difícil debe ser para nosotros un motivo más para hacerlo.
También es bueno amar, pues el amor es cosa difícil. El amor de un ser humano hacia otro: esto es quizás lo más difícil que nos haya sido encomendado. Lo último, la prueba suprema, la tarea final, ante la cual todas las demás tareas no son sino preparación. Por eso no saben ni pueden amar aún los jóvenes, que en todo son principiantes. Han de aprenderlo. Con todo su ser, con todas sus fuerzas reunidas en torno a su corazón solitario y angustiado, que palpita alborotadamente, deben aprender a amar. Pero todo aprendizaje es siempre un largo período de retiro y clausura. Así, el amor es por mucho tiempo y hasta muy lejos dentro de la vida, soledad, aislamiento crecido y ahondado para el que ama. Amar no es, en un principio, nada que pueda significar absorberse en otro ser, ni entregarse y unirse a él. Pues, ¿qué sería una unión entre seres inacabados, faltos de luz y de libertad? Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo; para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro. Es una gran exigencia, un reto, una demanda ambiciosa, que se le presenta y le requiere; algo que lo elige y lo llama para cumplir con un amplio y trascendental cometido. Sólo en este sentido, es decir, tomándolo como deber y tarea para forjarse a sí mismo "escuchando y martilleando día y noche", es como los jóvenes deberían valerse del amor que les es dado. Ni el absorberse mutuamente, ni el entregarse, ni cualquier otra forma de unión, son cosas hechas para ellos, que por mucho tiempo aún, han de acopiar y ahorrar. Pues todo eso es la meta final. Lo último que se pueda alcanzar. Es tal vez aquello para lo cual, por ahora, resulta apenas suficiente la vida de los hombres.
Pero en esto yerran los jóvenes tan a menudo y tan gravemente. Ellos, en cuya naturaleza está el no tener paciencia, se arrojan y se entregan, unos en brazos de otros, cuando les sobrecoge el amor. Se prodigan y desparraman tal como son, aun sin desbrozar, con todo su desorden y su confusión... Mas ¿qué ha de suceder luego? Qué ha de hacer la vida con ese montón de afanes truncos, que ellos llaman su convivir, su unión, y que, de ser posible, desearían poder llamar su felicidad, y aún más: ¡su porvenir! Ahí se pierde cada cual a sí mismo por amor al otro. Pierde igualmente al otro, y a muchos más que aun habían de llegar. Pierde también un sin fin de horizontes y de posibilidades, trocando el flujo y reflujo de posibilidades de sutil presentimiento por un estéril desconcierto, del cual ya nada puede brotar. Nada sino un poco de hastío, desencanto y miseria, y el buscar tal vez la salvación en alguno de los múltiples convencionalismos que, cual refugios abiertos a todo el mundo, dispuestos están en gran número al borde de este peligrosísimo camino. Ninguna región del humano sentir se halla tan provista de convencionalismos como ésta. Ahí hay salvavidas de variadísima invención: botes, vejigas, flotadores... Recursos y medios de escape de toda laya supo crear la sociedad, ya que por hallarse predispuesta a tomar la vida amorosa como mero placer, tuvo también que hacerla fácil, barata, segura y sin riesgos, como suelen ser las diversiones públicas.
Por cierto, muchos jóvenes que aman de un modo falso, es decir, haciendo del amor una simple entrega y rehuyendo la soledad -nunca llegará a más el promedio de los hombres-, sienten el peso de su falta, y también a este trance en que han venido a encontrarse, quieren infundirle vida y fecundidad de una manera propia y personal. Pues su naturaleza les revela que las cuestiones de amor, menos aun que cualquier otra cosa de importancia, jamás pueden ser dirimidas por algún procedimiento de carácter público, de conformidad con tal o cual convenio. Que son asuntos privativos de cada cual y deben resolverse de modo individual, de ser a ser, precisándose en cada caso de una solución exclusivamente personal. Pero ¿cómo ha de ser posible que ellos, quienes al juntarse se han despeñado y hundido en una misma confusión, dejando de deslindarse y de distinguirse el uno del otro, y no poseyendo, por tanto, nada propio ya, acierten a dar con alguna salida, por sí mismos, desde el abismo de su derrumbada soledad?
Obran en virtud de un común desamparo y, cuando luego quieren, con la mejor voluntad, rehuir algún convencionalismo notorio -por ejemplo el matrimonio-, caen en las tenazas de otra solución convencional, tal vez menos manifiesta, pero igualmente mortal. Pues ahí -dentro de un amplio ámbito en derredor suyo- todo es convención. Allí donde se obre al impulso de una confluencia prematura y de un turbio convivir, cualquier lazo que derive de tal desorden tiene su convencionalismo, por muy insólito que parezca; es decir: aunque resulte "inmoral" en el sentido corriente de la palabra. Hasta la separación viene a ser un paso convencional, una decisión nacida del azar, impersonal y sin fuerza ni fruto.
Quien seriamente repare en ello, descubre que, como para la muerte, que es cosa difícil, tampoco para el arduo cometido del amor se han hallado aún ni luz ni solución, ni señal ni camino. Para esas dos tareas -amor y muerte, que veladas y ocultas llevamos dentro, y que retransmitimos a otros sin descorrer el velo que las recubre- no se podrá dar con ninguna regla común que se funde en algún convenio. Pero en la misma medida en que iniciemos nuestros intentos de vivir cada cual como un ser independiente, esos magnos asuntos nos encontrarán, a cada uno de nosotros, más próximos a ellos. Las exigencias que la difícil tarea del amor presenta a nuestro desarrollo, son de inmensa magnitud. Nosotros, como principiantes, no estamos a su altura. Pero si a pesar de todo sabemos perseverar y llevamos este amor a cuestas, como carga y aprendizaje, en lugar de perdernos en ese juego fácil y frívolo, tras del cual los hombres se han escondido para eludir cuanto hay de más serio y de más grave en su existencia, entonces, un pequeño progreso y algún alivio serán tal vez perceptibles para aquellos que lleguen largo tiempo después de nosotros. Y esto ya sería mucho...
Es que apenas ahora empezamos a considerar las relaciones entre un individuo y otro, sin prejuicios y de manera objetiva. Los intentos que vamos realizando a fin de vivir tales relaciones nada tienen ante sí que les pueda servir de ejemplo. Sin embargo, se dan ya en el correr y mudar del tiempo muchas cosas que quieren acudir en auxilio de nuestro tímido principiar.
La mujer, en su propio desenvolvimiento más reciente, sólo por algún tiempo y de modo pasajero imitará los hábitos y modales masculinos, buenos y malos, ejerciendo a su vez las profesiones generalmente reservadas al hombre. Tras la incertidumbre de tales etapas transitorias, quedará de manifiesto que si las mujeres han pasado por la gran variedad y la continua mudanza de esos disfraces a menudo risibles, fue tan sólo para poder depurar su modo de ser peculiarísimo, y limpiarlo de las influencias deformadoras del otro sexo. Por cierto, las mujeres, en quienes la vida se detiene, permanece y mora de una manera más inmediata, más fecunda, más confiada, deben de haberse hecho seres más maduros y más humanos que el hombre. Éste, además de liviano -por no obligarlo el peso de ningún fruto de sus entrañas a descender bajo la superficie de la vida- es también engreído, presuroso, atropellado, y menosprecia en realidad lo que cree amar... Esta más honda humanidad de la mujer, consumada entre sufrimientos y humillaciones, saldrá a la luz y llegará a resplandecer cuando en las mudanzas y transformaciones de su condición externa se haya desprendido y librado de los convencionalismos añejos a lo meramente femenino. Los hombres, que no presienten aún su advenimiento, quedarán sorprendidos y vencidos. Llegará un día que indudables signos precursores anuncian ya de modo elocuente y brillante, sobre todo en los países nórdicos, en que aparecerá la mujer cuyo nombre ya no significará sólo algo opuesto al hombre, sino algo propio, independiente. Nada que haga pensar en complemento ni en límite, sino tan sólo en vida y en ser: el Humano femenino...
Tal progreso -al principio muy en contra de la voluntad de los hombres, que se verán rebasados y superados- transformará de modo radical la vida amorosa, ahora llena de errores, y la convertirá en una relación tal, que se entenderá de ser humano a ser humano y ya no de varón a hembra. Este amor más humano, que se consumará con delicadeza y dulzura infinitas -imperando luz y bondad, así en el unirse como en el desligarse- se asemejará al que vamos preparando entre luchas y penosos esfuerzos: el amor que consista en que dos soledades se protejan, se deslinden y se saluden mutuamente...
Además, esto: no crea que se haya perdido aquel gran amor que le fue encomendado antaño, cuando aun era niño. ¿Acaso puede afirmar usted que no maduraron entonces en su corazón, grandes y buenos anhelos, y propósitos de los que aun hoy sigue viviendo? Yo creo que ese amor perdura tan fuerte y poderoso en su recuerdo, porque fue su primer aislamiento profundo. Y también la primera labor que realizó en aras de su vida. ¡Todos mis buenos deseos para usted, querido señor Kappus!
Su
Rainer Maria Rilke
domingo, 8 de enero de 2012
Tengo una gran pregunta. ¿Alguna vez has sentido que por alguna razón debes quedarte en algún lugar?
Estás parada ahí, enfrente de un árbol y debes ir al centro de coyoacán, todos esperan y tú ahí parada, esperando algo -o nada-. Te dice algo dentro que no debes moverte. "Quédate"
Y miras a la nada y estás muy adentro de tus pensamientos y sólo oyes "quédate"
Y sientes que algo podría pasar en ese momento.
Algo podría romperse en ese momento.
Y te sientas y tocas el árbol. Y es tan rasposo, tan familiar.
Entonces sabes que se fue, algo en ti se fue caminando y te dejó ahí sentada.
Y no va a volver.
Y ahora resulta que veo que tengo 100 entradas (y seguro 30 mínimo fueron para ella)
Estás parada ahí, enfrente de un árbol y debes ir al centro de coyoacán, todos esperan y tú ahí parada, esperando algo -o nada-. Te dice algo dentro que no debes moverte. "Quédate"
Y miras a la nada y estás muy adentro de tus pensamientos y sólo oyes "quédate"
Y sientes que algo podría pasar en ese momento.
Algo podría romperse en ese momento.
Y te sientas y tocas el árbol. Y es tan rasposo, tan familiar.
Entonces sabes que se fue, algo en ti se fue caminando y te dejó ahí sentada.
Y no va a volver.
Y ahora resulta que veo que tengo 100 entradas (y seguro 30 mínimo fueron para ella)
sábado, 7 de enero de 2012
Un fragmento del testamento de Beethoven:
«Enseñad a vuestros hijos a ser virtuosos, pues sólo la Virtud puede
dar la felicidad, no el oro. Hablo por experiencia. La virtud ha
sido mi sostén en la miseria; a ella le debo, tanto como a mi
arte, no haber cortado el hilo de mi vida con mi propia mano.»
Ludwig van Beethoven, 1802
«Enseñad a vuestros hijos a ser virtuosos, pues sólo la Virtud puede
dar la felicidad, no el oro. Hablo por experiencia. La virtud ha
sido mi sostén en la miseria; a ella le debo, tanto como a mi
arte, no haber cortado el hilo de mi vida con mi propia mano.»
Ludwig van Beethoven, 1802
Clase de pedagogía no. 200
Comunicación.
Dice en mi cuaderno:
"Estamos acostumbrados a luchar por lo que quiero y lo que quiero, no es mío"
AUCH.
Dice en mi cuaderno:
"Estamos acostumbrados a luchar por lo que quiero y lo que quiero, no es mío"
AUCH.
lunes, 2 de enero de 2012
Y arrancar una a una las páginas que gritaban tu nombre.
Mil dibujos, mil letras.
Días y días de belleza, opacados todos por un maldito sentimiento de abandono.
De pérdida.
De que una vez más, estoy sentada en la escalera, sola.
Escurriendo en mis adentros.
¿No es hermoso? Que te quiebren el alma el primero de enero.
Que pueda, dentro de unos meses tener un nuevo corazón.
Rojo, sano.
Sólo habrá que esperar que pasen los días.
ROJO, SANO.
Mil dibujos, mil letras.
Días y días de belleza, opacados todos por un maldito sentimiento de abandono.
De pérdida.
De que una vez más, estoy sentada en la escalera, sola.
Escurriendo en mis adentros.
¿No es hermoso? Que te quiebren el alma el primero de enero.
Que pueda, dentro de unos meses tener un nuevo corazón.
Rojo, sano.
Sólo habrá que esperar que pasen los días.
ROJO, SANO.
Vamos a recorrer la vida
vamos a tener grandes caminatas, un paseo en bici.
Todo y nada, eso vamos a tener.
Eso pienso mientras sostengo su mano, la acaricio.
Lento, suave, siento su piel, es suave, pequeña su mano.
Muy pequeña, es una niña, tiene casi nueve años.
La quiero, yo, tengo 18 años.
Y luego despierto, no más, dos años adelante.
¿Que hace ella aquí?
Nunca tuve 18 años, eso fue.
¿Lo ven? Uno no puede seguir así. ¿Cómo lo hice? Con la fuerza que me da ser soldado.
Dijo mi abuela una vez. Y le creo.
Ya no quiero, no, sí quiero, siempre he querido.
Siempre he necesitado.
Siempre. Nunca. ¿Es lo mismo? Tantas veces sonará mejor.
Hago el contrato y lo firmo.
¿Cuándo puedo empezar? ¿Este mismo lunes?
Perfecto.
No estoy preparada, por eso es perfecto.
Basta de sabotear (me).
Concluimos.
Hola, esta vez lo haré bien. Con la fuerza que me da...
se lo saben.
Esta vez no pretendo cambiarme, pretendo trabajar en mi.
Es diferente, porque significa que no trato de arreglar el mundo, sólo
trato de sobrevivir dentro de él.
Sobrevivir con momentos que valgan la pena.
Como andar en bicicleta.
Y haciendo que los otros momentos escurran como agua, como cuando veo el número 6 7 8 9.
NUEVE. Era mi favorito y ahora no sé que pensar.
El nueve me hizo dudar.
El nueve es cumpleaños de mi gran amor, el nueve me besó un nuevo amor, el nueve me quitó el corazón y el nueve me lo regresó.
¿Qué hace un nueve ahí? No debería estar ahí.
No es justo, no quiero abandonar nada.
¡AHÍ JSUTO AHÍ! "No quiero abandonar nada"
No quiero arrepentimientos ni dolor ni sufrir. Soy feliz y me gusta serlo.
No quiero dejarla ni quiero nada.
(Vaya, que madura)
Regresemos (perdí la esperanza un momento)
-se levanta y agita la cabeza, fuerte, una y otra vez-
Quiero todo el paquete sin el dolor de recibirlo.
vamos a tener grandes caminatas, un paseo en bici.
Todo y nada, eso vamos a tener.
Eso pienso mientras sostengo su mano, la acaricio.
Lento, suave, siento su piel, es suave, pequeña su mano.
Muy pequeña, es una niña, tiene casi nueve años.
La quiero, yo, tengo 18 años.
Y luego despierto, no más, dos años adelante.
¿Que hace ella aquí?
Nunca tuve 18 años, eso fue.
¿Lo ven? Uno no puede seguir así. ¿Cómo lo hice? Con la fuerza que me da ser soldado.
Dijo mi abuela una vez. Y le creo.
Ya no quiero, no, sí quiero, siempre he querido.
Siempre he necesitado.
Siempre. Nunca. ¿Es lo mismo? Tantas veces sonará mejor.
Hago el contrato y lo firmo.
¿Cuándo puedo empezar? ¿Este mismo lunes?
Perfecto.
No estoy preparada, por eso es perfecto.
Basta de sabotear (me).
Concluimos.
Hola, esta vez lo haré bien. Con la fuerza que me da...
se lo saben.
Esta vez no pretendo cambiarme, pretendo trabajar en mi.
Es diferente, porque significa que no trato de arreglar el mundo, sólo
trato de sobrevivir dentro de él.
Sobrevivir con momentos que valgan la pena.
Como andar en bicicleta.
Y haciendo que los otros momentos escurran como agua, como cuando veo el número 6 7 8 9.
NUEVE. Era mi favorito y ahora no sé que pensar.
El nueve me hizo dudar.
El nueve es cumpleaños de mi gran amor, el nueve me besó un nuevo amor, el nueve me quitó el corazón y el nueve me lo regresó.
¿Qué hace un nueve ahí? No debería estar ahí.
No es justo, no quiero abandonar nada.
¡AHÍ JSUTO AHÍ! "No quiero abandonar nada"
No quiero arrepentimientos ni dolor ni sufrir. Soy feliz y me gusta serlo.
No quiero dejarla ni quiero nada.
(Vaya, que madura)
Regresemos (perdí la esperanza un momento)
-se levanta y agita la cabeza, fuerte, una y otra vez-
Quiero todo el paquete sin el dolor de recibirlo.
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