Ya son las 7, Quincampoix.
Ya levántate.
Ya es hora, sal de la cama, te toca tirar la basura.
Es hora de despedir tus ojos amorfos y tu sonrisa horrible.
Si, eres horrible y conservo tu foto.
Porque el día que la tomé vi tu belleza.
Fué ese día el que me pegué con casi in notable torpeza, a ti.
Ese día teníamos algo.
Al otro ya no y por eso me quedo la foto.
Porque gané el campeonato y tu recuerdo ya no lo sufro.
Porque te quiero.
Oye, Niño, tal vez en otros dos años llevemos una relación más normal.
Mientras, sigamos riendo, que nada nos cuesta.
Ya no te escribo a ti particularmente -excepto hoy- y lamento
que las cartas que te mandé cada día signifiquen menos.
Pero te quiero y las palabras pierden sentido cada año.
Así que me remitiré a los actos únicamente.
Eres el ideal que no deseo.
Y espero solemnemente que nunca en la vida nos volvamos
a encontrar en situaciones tan caóticas donde reina el drama y nuestros sentimientos.
Tú a lo tuyo y yo a lo mío, que ya nos hemos encontrado y no, no fué hermoso.
Tus consecuencias me hacen feliz.
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