martes, 13 de septiembre de 2016

Ah,
a veces me pregunto
por qué no me gusta compartir mi vida
o los eventos de mi vida hacia mis seres queridas.
¿Será que tan poco me importa su opinión?
¿Será en verdad que tan "en control" tengo mis sentimientos?
Nunca ocupo consejos.
Ocupo compañía, un abrazo, besos, una mano que sostenga la mía.
La certeza física de que no estoy sola cuando así lo siento.
La certeza palpable.
Una mano que sostenga la mía.
Pero nunca un consejo.

A veces ni siquiera quiero darlos, me parece invasivo,
pero si me lo piden hablaré.

No me interesa realmente decir que follé o me besé con tal persona.
A veces me gusta escribir lo que surge en mí -por tal persona-
pero sigue siendo desde el "yo". Desde esto que traigo dentro.
Desde mi nombre y mi pecho.

A veces la munda es exhaustiva emocionalmente.
Aún cuando no soy yo quien la viva.

A veces soy silencio.
Pero toda la vida he sido silencio.
Una escucha.
La que recibe las palabras.
Aprendió a ordenarlas, a jugar con ellas. Estaba bien, pues al no ser suyas podía incluso lanzarlas.
A veces, como todas, tengo miedo, incertidumbres y miedos.
Descolocaciones.
Entrecruzamientos deprimentes.
Comportamientos autodestructivos.
Y de paso autocompasión autorecetada y luego autodespreciada.

Sigo siendo un yo.
En mi munda no cabe un consejo.
Y aún no lo entiendo.

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