A la entrada anterior y los sentimientos que la provocaron.
A seguirme perdiendo en el mar de mis quejas.
Querulante.
Miren, lo que pasa es, que las rutinas me envenenan.
Y a veces uno pierde el suelo.
Y se encuentra en el espejo con ese reflejo horrible que para variar resulta ser uno.
Resultas ser justo, JUSTO quien no querías ser.
Con el mismo ceño fruncido del que tanto me reía en la adolescencia.
Justo quién no quería ser.
A que no adivinan, pues hoy mero, mero hoy se agrietó mi espejo.
Dos palabras de aliento bastaron para darle en la madre.
Resulta, después de todo, que si uno sonríe. Uno gana.
¿Qué gana? Pues no sé, qué más da.
Pero uno gana y eso cuenta.
No se ha roto el espejo, pero espero pronto agarre otro tono.
Uno más positivo, más azul.
Hoy -obviamente- hubo algo que me abrió los ojos.
El algo se llama recuerdo.
Mi hermano gusta de darme pláticas, no recientemente, pero sí cuando era (yo) adolescente.
La más significativa me dejó meditando toda la noche. No dormí. Ni un poco.
Guardé todo lo que dijo en mi mente, lo procese hasta llegar a un resumen.
Tiempo después, a una sola frase.
Esa frase cavó muy dentro, hasta ser parte de mi, de mi carne y de mi persona.
Cavó y se instaló.
Y cambió mi vida. Y yo pregonaba tal frase, tal modo de vida.
El problema fue que se me olvidó.
La frase decía "Venimos a esta vida a ser felices"
Imaginen nadamás las dimensiones a la que la llevé.
Yo vivía para ser feliz. Y yo quería hacer felices a las personas.
Y se me olvidó con el tiempo.
Si les soy sincera, desde hace bastante tiempo no siento que vivo para ser feliz.
No despierto anhelando el día, mucho menos sonriendo.
No disfruto.
Y no es que algo esté mal a mi alrededor, la verdad es que la vida sigue igual
con altas y bajas y más altas y más bajas.
Y yo últimamente me dedico a llorar mis bajas.
Y a menospreciar las altas.
Hace mucho que no vivo para ser feliz.
No quiero culpar a nadie (digo, aparte de mí misma), ni a ninguna entidad (cofcofENAP)
De hecho, no quiero culpar.
Sólo quiero pedir perdón, por la basta e infinita energía que he expulsado en tantos meses de desasosiego.
Quiero decir que lo siento, a todos y a mí misma, perdón suki.
Voy a arreglar las cosas.
Volver a mí, a lo que de verdad importa.
A ser feliz, y a hacer las cosas amándolas. Porque eso es mi felicidad.
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