Las personas cambiamos porque creamos a nuestro alrededor un mundo en el que confiamos, y que si se desbarata, arreglamos.
Enmendamos.
Con cera o con hilos o con plastilina, si es que eso cierra las heridas.
Las decepciones son heridas.
La distancia es herida.
La cosa es que a veces uno cree de más, en la vida -sí, ese ente presente- y en las personas.
Simplemente confiamos de más.
Porque no nacimos ingenuos, uno sabe lo que existe afuera, pero elegimos guardar esperanza.
Quizás de más.
Elegimos guardar (escuchen con cuidado) elegimos, guardar, esperanza.
Puede ser... un problema, una ligera -pequeñita- evasión pero también, cariño, también es culpa de los demás, si lo aceptan o no, no importa, pero también es su culpa.
También es tu culpa.
Porque hay gente que cree en ti, que piensa que les quieres con la fuerza que ellos te quieren.
Pero no es así.
Simplemente no es así, y llegará tu tiempo, o tu edad o momento, en que puedas ver, que hubo una vez alguien (que sí, quizás era yo) que te quiso con una cantidad de ternura y sinceridad inmensurable.
Que te guardaba en un ventrículo rojo vivo, lleno.
En la mitad del pecho.
Y con suerte leerás estas letras con la misma nostalgia con que son escritas, la misma que suscitaron tus letras, tus acciones, tus letras. Mi nostalgia es consecuencia.
Porque yo te quería con tanta fuerza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario