jueves, 25 de julio de 2013

where our heart goes

Presento mi formal renuncia.
A la entrada anterior y los sentimientos que la provocaron.
A seguirme perdiendo en el mar de mis quejas.
Querulante.
Miren, lo que pasa es, que las rutinas me envenenan.
Y a veces uno pierde el suelo.
Y se encuentra en el espejo con ese reflejo horrible que para variar resulta ser uno.
Resultas ser justo, JUSTO quien no querías ser.
Con el mismo ceño fruncido del que tanto me reía en la adolescencia.
Justo quién no quería ser.
A que no adivinan, pues hoy mero, mero hoy se agrietó mi espejo.
Dos palabras de aliento bastaron para darle en la madre.
Resulta, después de todo, que si uno sonríe. Uno gana.
¿Qué gana? Pues no sé, qué más da.
Pero uno gana y eso cuenta.

No se ha roto el espejo, pero espero pronto agarre otro tono.
Uno más positivo, más azul.

Hoy -obviamente- hubo algo que me abrió los ojos.
El algo se llama recuerdo.
Mi hermano gusta de darme pláticas, no recientemente, pero sí cuando era (yo) adolescente.
La más significativa me dejó meditando toda la noche. No dormí. Ni un poco.
Guardé todo lo que dijo en mi mente, lo procese hasta llegar a un resumen.
Tiempo después, a una sola frase.
Esa frase cavó muy dentro, hasta ser parte de mi, de mi carne y de mi persona.
Cavó y se instaló.
Y cambió mi vida. Y yo pregonaba tal frase, tal modo de vida.
El problema fue que se me olvidó. 
La frase decía "Venimos a esta vida a ser felices"
Imaginen nadamás las dimensiones a la que la llevé.
Yo vivía para ser feliz. Y yo quería hacer felices a las personas.
Y se me olvidó con el tiempo.

Si les soy sincera, desde hace bastante tiempo no siento que vivo para ser feliz.
No despierto anhelando el día, mucho menos sonriendo.
No disfruto.
Y no es que algo esté mal a mi alrededor, la verdad es que la vida sigue igual
con altas y bajas y más altas y más bajas.
Y yo últimamente me dedico a llorar mis bajas.
Y a menospreciar las altas.
Hace mucho que no vivo para ser feliz.
No quiero culpar a nadie (digo, aparte de mí misma), ni a ninguna entidad (cofcofENAP)
De hecho, no quiero culpar.
Sólo quiero pedir perdón, por la basta e infinita energía que he expulsado en tantos meses de desasosiego.
Quiero decir que lo siento, a todos y a mí misma, perdón suki.

Voy a arreglar las cosas.
Volver a mí, a lo que de verdad importa.
A ser feliz, y a hacer las cosas amándolas. Porque eso es mi felicidad.

miércoles, 24 de julio de 2013

Prefiero el mar al asfalto.

Uno duerme.
Despierta. Duerme. Despierta.
En el intervalo: personas.
Caminan, se ríen, aman, caminan, aman, se van.
O las corres, que pa'l caso es lo mismo.
Desaparecen.
Hoy me toca sacar algo del aprendizaje que he tenido.
Yo me quiero mucho, me amo, con todas mis fallas me amo, y si les soy sincera,
a veces "amo" queda corto. 
Yo me adoro.
Me doy trescientas concesiones para errar en la vida.
Para lastimar a las personas.
Yo no soy mala ¿Por qué merecería un castigo?
Oigan bien, "Yo no soy mala" dijo el juez (que soy yo misma).
Yo me amo y también a veces fui amada.
Por muchas personas, y de muchas maneras.
Que presumida soy, pero ese el tema.
Que hoy me vengo a quejar porque fui amada.
Porque tomé eso en cuenta y los encerré en mis costillas.
A cada uno de los idiotas que me dijeron "te amo"
Porque todos mintieron, porque me querían. 
Porque me gusta amar a la mala, a los que no me retienen, a los que me sueltan.
A los que se van.
Porque me da risita ver que cuando más lejos estoy, más la extraña a ella.
Porque me da risita, de pendeja.
Ver que no siento nada.
Ver como me apago, como únicamente doy patadas de ahogada.
Preguntarme una y otra vez ¿Por qué no mejor me muero en el mar?
Prefiero el mar al asfalto.
Despierta. Duerme. Despierta.



Despierta. Duerme. Despierta.
Desaparecen.
Para lastimar a las personas.
A los que se van.



No hay deseperación en mis letras, sólo una leve noción de realidad. De que la madurez me va alcanzando, y apenas, es apenas cuando voy descubriendo cuánto apesta.
La sociedad. Los "amigos".
Todos son mierda. 
Gracias.

martes, 2 de julio de 2013

Por qué las personas cambian. Una triste y breve noción.

Las personas cambiamos porque creamos a nuestro alrededor un mundo en el que confiamos, y que si se desbarata, arreglamos.
Enmendamos.
Con cera o con hilos o con plastilina, si es que eso cierra las heridas.
Las decepciones son heridas.
La distancia es herida.

La cosa es que a veces uno cree de más, en la vida -sí, ese ente presente- y en las personas.
Simplemente confiamos de más.
Porque no nacimos ingenuos, uno sabe lo que existe afuera, pero elegimos guardar esperanza.
Quizás de más.
Elegimos guardar (escuchen con cuidado) elegimos, guardar, esperanza.

Puede ser... un problema, una ligera -pequeñita- evasión pero también, cariño, también es culpa de los demás, si lo aceptan o no, no importa, pero también es su culpa.
También es tu culpa.
Porque hay gente que cree en ti, que piensa que les quieres con la fuerza que ellos te quieren.
Pero no es así.
Simplemente no es así, y llegará tu tiempo, o tu edad o  momento, en que puedas ver, que hubo una vez alguien (que sí, quizás era yo) que te quiso con una cantidad de ternura y sinceridad inmensurable.
Que te guardaba en un ventrículo rojo vivo, lleno.
En la mitad del pecho.
Y con suerte leerás estas letras con la misma nostalgia con que son escritas, la misma que suscitaron tus  letras, tus acciones, tus letras. Mi nostalgia es consecuencia.

Porque yo te quería con tanta fuerza...