"Si me quieres te quiero, pero solo mientras estés conmigo. Si no estás conmigo, no te quiero. Eso no es amor."
Me llegó como flecha al pecho, me desangré a momentos. Y qué bueno, que pude derrochar la sangre tibia y sucia del ego.
Es tan cierto. Es tan cierto.
Es tan cierto. Es tan cierto.
Que difícil es encontrar amor entonces. Amor puro. Que desde donde estés y con quién estés se sienta. Claro que no es tarea fácil dejar ir a quien amas pero, quizás si es tarea fácil. Quizás sólo hay que acordarse de que en sentimientos no hay propiedad privada. A mí no me pertenece nadie y sobre nadie he de regir.
Hay que sentarse un rato en el pasto y saber que el momento que escurre entre susurros es el que tienes que estar valorando.
¿Por qué nos costará tanto aceptar la felicidad ajena?
Quiero pensar que es añoranza, es un "llévame contigo, yo también quiero ser feliz."
Quiero pensar que es añoranza, es un "llévame contigo, yo también quiero ser feliz."
Pero (claro, hay un pero) no hay manera de encontrar la felicidad si no buscas, sin guía, sin mapa, sales y buscas, por ti y para ti, tu felicidad pocas (o nulas) veces será la mía. Por eso no te puedo llevar, porque mi camino y el tuyo desembocan en diferentes ríos. Te acompaño. Tomo tu mano y no te suelto, pero la caminata es tuya.
¿Crecer? Una vez me dijeron, que crecer es hacerse cargo de uno mismo.
"Que cada quién se haga cargo de sí mismo" me repitieron por ya -casi- dos años.
Y aún no encuentro mejor filosofía que esta frase tan simple. Hazte cargo de ti mismo.
Y aún no encuentro mejor filosofía que esta frase tan simple. Hazte cargo de ti mismo.
No puedo cargarte, puedo acompañarte. Hazte cargo de ti mismo.
Hazte cargo de tu felicidad. Crece. Madura. Hazte cargo de tus días, de la manera en que respondes a tanta agresión del mundo exterior.
"Hazte cargo de ti mismo" lo engloba todo, ni siquiera tengo que hacer de nuevo la anotación de que necesitas cambiar tú para cambiar a tu entorno.
Sé cuán ingenuo suena todo esto, quizás, para quien no me ha escuchado antes hablar de la actitud que se tiene que tener frente a la vida. Quizás porque nunca hablo de eso. Sólo se queda en mis pensamientos.
Bueno, por una vez quisiera hilar ideas y hacerlo externo.
Yo no creo en la suerte, pero la agradezco. Yo estoy consciente del mundo, que gira a mi lado y que la mitad se anda deshaciendo. Pero eso no me quita esperanza. Si cambio yo, cambia mi entorno. Son hechos simples, respondo las agresiones con entendimiento, me mantengo seria, no es mi intención el arrepentimiento sino la reflexión ¿Ven, que importante es?
La reflexión.
Yo miro a los ojos, y pido explícitamente que necesito ser escuchada. Y hablo, con palabras bien escogidas, no quiero lastimar, quiero reflexión.
"Mamá, no me importa lo que tenga que hacer o por lo que tenga que pasar, si me vuelves a lastimar así me voy a ir."
"Jajajajajaja ¿Y a dónde vas a ir?"
Eso es justo lo que estoy tratando de decir, no tengo a dónde ir, no sé a dónde ir, y más importante, no me quiero ir. Pero tampoco quiero ser esa persona que se "adapta" a un estilo de vida hiriente. Yo no quiero tener que soportar llorar en la noches ni armarme de canciones y fortalezas psicológicas con tal de que el dolor que me provocas penetre en mis adentros.
No quiero vivir una filosofía vacía. No me quiero ir, pero me estás lastimando.
Por favor, escucha un momento, no es un dolor en la cabeza, es un dolor real, que puedo sentir en los huesos, puedo sentir que se me escurre de las manos la esperanza. Eso es lo que está pasando. No está en mi mente, lo estoy viviendo. Estoy apagando de a poco la energía que reservo para disfrutar la vida. Esta casa no me guarda, me siento pesada en ella, que no quepo.
Por favor, escucha un momento, no es un dolor en la cabeza, es un dolor real, que puedo sentir en los huesos, puedo sentir que se me escurre de las manos la esperanza. Eso es lo que está pasando. No está en mi mente, lo estoy viviendo. Estoy apagando de a poco la energía que reservo para disfrutar la vida. Esta casa no me guarda, me siento pesada en ella, que no quepo.
Esto es lo que intento decir: no me quiero ir.
Y tampoco quiero que te sientas culpable, quiero que entiendas que hay soluciones. Que sí, está también dentro de tus manos el poderme ayudar. Porque sé que no eres tú a veces, es tu ira. Es tu frustración acumulada en años y en sucesos insignificantes diarios.
Pero está dentro de ti, dentro de ti decidiste que estaba bien sacar esa frustración contra mi y contra esta casa, contra tus hijos y contra tu pareja. Que era un alivio y que es tu derecho el externarlo.
Es algo que puedes controlar, es algo que puedes decidir enteramente, antes de perderte en tu ira hay un segundo, es sólo un momento y es el único que puedes tomar antes de ese camino sin regreso. En ese momento decides no sentirte acorralada por tus sentir, decides que no quieres lastimar, ni a los demás ni a ti misma. Es el único momento que tienes para abrir los puños y dejar que entre la calma. De a poco serán dos momentos, luego tres, luego un control entero.
Pero está dentro de ti, dentro de ti decidiste que estaba bien sacar esa frustración contra mi y contra esta casa, contra tus hijos y contra tu pareja. Que era un alivio y que es tu derecho el externarlo.
Es algo que puedes controlar, es algo que puedes decidir enteramente, antes de perderte en tu ira hay un segundo, es sólo un momento y es el único que puedes tomar antes de ese camino sin regreso. En ese momento decides no sentirte acorralada por tus sentir, decides que no quieres lastimar, ni a los demás ni a ti misma. Es el único momento que tienes para abrir los puños y dejar que entre la calma. De a poco serán dos momentos, luego tres, luego un control entero.
Si decides tomar el momento, podemos platicar. Puedo decirte que es lo que estás haciendo que me lastima y puedes hacer lo mismo conmigo. Puedo ser sincera con esa persona, con la que escoge la calma, con la que escucha y le puedo decir "Necesito sentir que me apoyas, quiero que me digas que voy a estar bien, por favor, sé por un año más mi protectora, mi escudo, dime que voy a mejorar, que puedo mejorar, eres tan importante para mi que tan sólo tus palabras pueden sanar mis frustraciones. Cree en mi, en mi benevolencia."
Y tu me puedes decir con toda sinceridad "Estás haciendo mal, no estás haciendo lo que yo quiero, yo quiero que me tengas más consideración, yo quiero que te preocupes también por tu casa. No sólo por tu escuela. Te apoyo, pero apoyame también a mi. Pregúntame cómo estuvo mi día, invítame un café. Abrázame. También lo necesito. No importa mi edad, aún tiene un peso muy grande si alguien confía en mi, si alguien se da cuenta de todo lo que hago por esta familia. Si alguien ME AGRADECE."
Después de estos días decidí abrazar a mamá cuando veo su cara cambiar, cuando la quiero abrazar, cuando veo que lo necesita. Le digo que pasó en mi día y le cuento de mis amigos. La trato como un inquilino con el que tengo que ser amable y considerada, es el inquilino más especial de la casa. Le pregunto de su día, cómo si nunca antes la hubiera conocido. La verdad es esa, conozco a mi madre, pero a la persona que era antes de ser madre apenas la reconozco. Le pido me platique su historia favorita, su recuerdo favorito. A veces le hago preguntas y ella sonríe y me responde, sabiendo que aún sabe mucho más que yo. Muchas veces la veo con asombro cuando cocina, y siempre doy las gracias cuando acabo mi plato. Le pregunto ¿Cómo lo hiciste? ¡Dime tu secreto! Y así con pequeños pasos es que construyo una relación que pensé se había perdido por años.
Y sonrío. Por poder encontrar a esa mujer extraordinaria debajo de la gran capa que es ser madre, tan pesada y tan incomprendida.
Sigo sonriendo, gracias por escoger la calma.
Gracias por escoger la calma. Porque sigo sonriendo, han pasado casi 6 años y sigo sonriendo.
Los primero tres casi no se veía el cambio, pero sentaste las bases, sembraste tu tierra. Y al cuarto supiste cosechar la calma. Al quinto pudimos hablar. Estamos en el sexto año, y aún hay veces en que explotas, son pocas tengo que admitirlo y son tan sólo un tercio de lo dañinas que eran antes. Ahora que pasamos el proceso puedo comprender un poco mejor. Puedo perdonar un poco más. Puedo perdonarme por tanto odio que te aventé y tanto rencor que generé en mi misma. Por tantas veces que también yo, en un error, llevé al extremo mi sentir y no me preocupé por controlarlo, haciéndome daño, haciéndote daño, a esta casa.
Esta es una parte importante de mi crecimiento, que bien pudo haber sido con mi padre o con mis hermanos, con cualquier ser en realidad, que me hubiera causado tanto dolor.
Ayer le pregunté a mi papá que si no había sentido miedo de tener una niña.
Me dijo que no, que después de dos hombres, él quería saber que se sentía criar una niña.
Y le pregunté: ¿Qué cambia, que es diferente?
Y el dijo: "Tú manera de querer, la manera en que demuestras tu cariño, la manera en que cuidas a los demás."
Después de estos días decidí abrazar a mamá cuando veo su cara cambiar, cuando la quiero abrazar, cuando veo que lo necesita. Le digo que pasó en mi día y le cuento de mis amigos. La trato como un inquilino con el que tengo que ser amable y considerada, es el inquilino más especial de la casa. Le pregunto de su día, cómo si nunca antes la hubiera conocido. La verdad es esa, conozco a mi madre, pero a la persona que era antes de ser madre apenas la reconozco. Le pido me platique su historia favorita, su recuerdo favorito. A veces le hago preguntas y ella sonríe y me responde, sabiendo que aún sabe mucho más que yo. Muchas veces la veo con asombro cuando cocina, y siempre doy las gracias cuando acabo mi plato. Le pregunto ¿Cómo lo hiciste? ¡Dime tu secreto! Y así con pequeños pasos es que construyo una relación que pensé se había perdido por años.
Y sonrío. Por poder encontrar a esa mujer extraordinaria debajo de la gran capa que es ser madre, tan pesada y tan incomprendida.
Sigo sonriendo, gracias por escoger la calma.
Gracias por escoger la calma. Porque sigo sonriendo, han pasado casi 6 años y sigo sonriendo.
Los primero tres casi no se veía el cambio, pero sentaste las bases, sembraste tu tierra. Y al cuarto supiste cosechar la calma. Al quinto pudimos hablar. Estamos en el sexto año, y aún hay veces en que explotas, son pocas tengo que admitirlo y son tan sólo un tercio de lo dañinas que eran antes. Ahora que pasamos el proceso puedo comprender un poco mejor. Puedo perdonar un poco más. Puedo perdonarme por tanto odio que te aventé y tanto rencor que generé en mi misma. Por tantas veces que también yo, en un error, llevé al extremo mi sentir y no me preocupé por controlarlo, haciéndome daño, haciéndote daño, a esta casa.
Esta es una parte importante de mi crecimiento, que bien pudo haber sido con mi padre o con mis hermanos, con cualquier ser en realidad, que me hubiera causado tanto dolor.
Ayer le pregunté a mi papá que si no había sentido miedo de tener una niña.
Me dijo que no, que después de dos hombres, él quería saber que se sentía criar una niña.
Y le pregunté: ¿Qué cambia, que es diferente?
Y el dijo: "Tú manera de querer, la manera en que demuestras tu cariño, la manera en que cuidas a los demás."
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