martes, 31 de mayo de 2011

Y te escribo.

Esta carta no tiene remitente así que por favor te la quedas.

¿Por qué decidimos aferrarnos?
No lo sé, pero sé que no estuvo mal.
No entiendo porque no siento o que estoy evadiendo. Pero ante todo, sé que
no estoy mal. Estoy bien, en realidad, muy bien.
Quizás soy más fría de lo que esperaba.
Pero esta carta no es de renombrar viejos tiempos, ni mi adolescencia.
Te llevaste 3 años míos, y no, no los quiero devuelta.
Pero me es significativo escribir que 3 años parecen tan sólo un fin de semana.
Yo sé que te quiero pero también sé que te quiero lejos.
No voy a mentir diciendo que me quedo con algo, con la experiencia.
La verdad la sabemos, tu y yo no aprendimos nada juntos.
Sólo nos desvivimos, el uno por el otro, matando el tiempo. Así se fueron 3 años.
Pero nunca te dije adiós así como nunca me invitaste a ser tuya.
Y sin embargo me fui. Y sin embargo fui tuya.
Pero lo que hoy sé, es diferente, de lo que tuvimos.
Y por eso me quedo tranquila, porque hoy sé querer, con brazos abiertos
y sinceridad directa.
A pesar del tiempo, no había encontrado el equilibrio, porque seguíamos siendo amigos.
Sin hablarnos.
Me han invitado a nuevos bailes pero no he aceptado aún.
No por miedo, es porque no he querido bailar desde hace un año.
Pero hoy es diferente la historia.
Feliz aniversario de despedida, te tengo presente y iré a tu exposición.
No tomarás nunca más nada mío pues no hay nada sobre la mesa.
Pero eso esta bien, porque por primera vez te veo con ojos de gacela.
Por eso es hoy otra historia.
Porque desde hace dos semanas me dieron ganas de bailar.
De bailar con la vida.
No te pido mis poemas devuelta porque te los di cuando necesitaba dártelos.
Porque hoy sé que si te quise era porque necesitaba quererte.
Y eso... eso esta bien.
Me quedo con mis palabras, que siempre han sido mi tesoro.
Mañana que me den ganas de bailar, las soltaré al aire y
me rendiré culto. Porque puedo. Porque quiero.
Porque sí.
Te veo en dos semanas, gato.

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