Hubo un tiempo
en que me inventé un lenguaje
hablaba con las manos
y con las imágenes,
de pronto dejé de pronunciar palabras,
primero las esdrújulas,
inicié perdiendo la voz de a poco,
algo de tos y gripa,
silencios prolongados, autorecetados.
Hubo un tiempo
en que las cosas imperfectas se volvieron adorables,
en que podía mirar y hacerme entender.
Un parpadeo, pájaros y árboles,
dos parpadeos, toman mi mano.
Me recostaba en el pasto y sentía la tierra escalarme
enterrarme aún cuando no lo pedía,
de pronto había ceniza en mis cuadernos.
Hubo un espacio y tiempo en que me corté la lengua
con espinas de rosas,
y me sangré la boca callando los miedos.
Cerré los ojos olvidando el cielo y junté las manos
pidiendo a mis escombros un último chance.
Una última oportunidad: vivir sin cenizas, andar sin titubeos, temblar sólo de risa, no volver a enraizarme.
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