jueves, 5 de febrero de 2015

Rara vez me encuentro llorando.
Rara vez me veo llorando, nunca ha sido mi tipo, nunca he desesperado en llanto.
Suelo soltar una o tres lágrimas, casi siempre números impares.
Un ojo me llora más que otro.

Es difícil saber cómo hablarle a las personas, es bastante difícil, porque todos tenemos heridas tan específicas que no sabes si vas a ocupar la palabra incorrecta, detonar el recuerdo enterrado.
El dolor enterrado.
Creo que es más difícil que las personas más allegadas a nuestro corazón sean las que menos saben tratarnos, es acaso que nadie pone atención (al menos no la suficiente) en los detalles de los demás.

Yo sé que mi mamá tiene problemas para afrontar críticas, porque lo ha dado todo de sí misma para lograr que esta vida le resulte. Lo ha dado todo y es la primera vez que esta expresión no se trata de una hipérbole. Sé que mi papá tiene problemas de comunicación, no sabe pedir perdón, pero sabe demostrar que lo siente (el arrepentimiento) haciendo otras cosas, por lo regular nos habla o manda un mensaje que dice "buena semana a todos" cuando en realidad él quería escribir "lo siento, entiendo que hice mal, los quiero". Algo parecido es mi hermano mayor, las oraciones se rehúsan a salir de su boca a veces, y al contrario mío, sabe expresar con lágrimas lo que no puede decir en palabras. No le parece algo de orgullo, pero en realidad es algo que le admiro, llora cuando debe llorar (y es algo que apenas entiendo -y aprendo-). Mi otro hermano no es tan fácil de leer, pero con los años le he aprendido que lo que más le molesta es que cuando él está enojado, los demás rían. Por lo regular es muy prudente en su forma de actuar y hablar, sólo a veces llega a ser violento, pero se contiene con todas sus fuerzas y es algo que no le agrada, yo creo, sinceramente, que la violencia proviene de reprimir con la excusa de la prudencia sus sentimientos. Y suelo no reírme cuando está enojado, suelo abrazar a mi hermano mayor cuando tartamudea por no poder expresar algo, suelo perdonar a mi padre por cada error que comete y hacer como que empezamos de nuevo y suelo hablarle a mi mamá con tanto, tanto cariño, mis palabras van a tientas y llenas de amor, con tal de no lastimarla.
Pongo quizás demasiada atención en no lastimar a los demás, y siempre lo he visto como una virtud, aprender a notar las heridas específicas, tanta energía destinada a perdonar. Siempre lo he visto como una virtud.

Ha sido difícil notar que los demás no parecen notar mis heridas específicas.
Aprendí a huir. Huir de mis dolores.
Huir de las palabras ajenas que no tienen consideración a mis abismos.
Ya sea a otro estado o a otro lado de la ciudad.
A veces es una mierda porque inevitablemente me alcanzan y me rompen.
A veces suele ser fácil, y cuando me alcanzan me siento preparada para dar la cara.
Tomo aire y los veo a los ojos. Normalmente todo acaba bien.
Pero otras veces, como hoy, pesan.
Pesan porque alguien dijo algo, y tenía que ver conmigo, con cosas que pienso de mí misma (y que inevitablemente intento superar).
Creo que es obvio cuanta de mi energía se centra en mantenerme a flote, por lo regular hago un buen trabajo, me mantengo a mí misma a flote, me cuido. Y creo que no es sólo obvio para mí, me cuido amándome, celebrando por mí misma esas pequeñas victorias como levantarme e ir a una clase cuándo bien sé que no quería dejar la cama ese día. Me abrazo cuando leo y dibujo y sola me digo "lo hiciste bien, vas a mejorar y lo vas a lograr"
Por estúpido que suene, suelo hacerlo, suelo hablar conmigo misma y suelo darme entusiasmo, cariño, palabras y palabras llenas de optimismo.
Pero hay días, amigos, en que pesan porque alguien dijo algo, y tenía que ver conmigo.
Y por culpa de un pronombre, un adjetivo o un verbo regreso a la cama a las 2pm a mirar el techo y sentir que una vez más me han alcanzado.
Hay días en que me siento tan sola y es el tipo de soledad que más duele, pues es la que busca entendimiento y no compañía.

Sólo por un día, quisiera no tener que escribir esto para que sea obvio que tengo sentimientos y pueden ser lastimados, que no tengo que hacer público que hay días en que no puedo dejar mi casa, que he mentido más veces de las que me gustaría admitir sólo con tal de no salir. Que a veces la ansiedad me gana y me gana por semanas. Que las victorias que presumo no son alardes sino recordatorios, intentos diarios por encontrar sentido y si no existe tal, crearlo.
Así que si me ven pronto, por favor, sepan que lo que necesito estos días son cuatro palabras en medio de un abrazo: "Lo vas a lograr."

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