Hace un año me enteré de que significa perder.
Siento palpitar el corazón, con un poco de tensión; es el recuerdo.
Viene y va siempre, vagamente.
Fué un viernes, fué en la tarde.
Una llamada y luego, mareo.
Que oníricas suenan tales palabras en mi cabeza.
Quizás lo viví, quizás no tanto.
Pero me vi, desde arriba, caminando. Caminando a mi casa, después de la llamada.
Abrí la reja, luego la puerta, entre a mi casa.
No era yo, era mi tristeza, caminando.
Las lágrimas recorrieron rápido mis mejillas, una tras otra, sin dejar secar el
camino trazado por la primera. Sentí la humedad en mi cuello.
Y el mareo, todo era incierto y todo daba vueltas.
Entonces subí a mi cuarto y me senté en la cama.
Me dije: "Calma, tienes que dejar de llorar y avisarle a mamá"
Pero lo único que sonaba cerca de mi era esa voz, la voz de la llamada.
Era mi papá, con la voz bien tiesa y el alma quebrada.
"Avísale a tu mamá y nos vemos en la casa en 1 hr"
"Si papá, ya voy, ya voy."
Y entonces supe lo que es perder.
Supe lo que es honor, y lo que es injusto.
Supe lo que es dolor, dolor hasta los huesos.
Dolor que no se quita, ni siquiera hoy, ahora.
Hace un año se me mostró que las personas pueden ser crueles
y que no todos tienen conciencia.
Que no van a pensar como yo, y que muchos ya ni sienten.
Que la vida es algo que se arrebata sin consentimiento y que
los pequeños detalles regresan a ti en los últimos momentos.
No me gusta esa parte del mundo, en la que pierdes a quien amas.
En la que quien te veía, quien de verdad te veía y te conocía, se va.
En la que sabes que se llevan algo de ti con ellos.
Y que una tumba contiene todos los recuerdos.
Me es molesto ver esa tumba, el constante recuerdo, todos en el suelo.
Porque en ese momento, en el que mis oídos se cerraron y todo a mi alrededor
era injusticia y dolor. INJUSTICIA. En ese momento supe lo que es perder.
(Y hace dos días perdí el broche del amor, que va a ser de mi.)
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