martes, 5 de abril de 2011

7: 35 de la mañana.

Anoche no dormía hasta entrada la madrugada
y tengo por delante diez horas de oficina,
entonces qué demonios provoca esta sonrisa
a las 7 y 35 de la mañana.
Será el cafe,
será la tostada,
será la mantequilla
o será la mermelada.
El periódico quizás,
quizás sea el crucigrama,
el susurro de la radio,
el chin-chin de las cucharas.
Serán esos clientes
buscando el calor de alguna taza caliente,
de alguna conversación.
Mientras la luna y las estrellas,
las farolas pobres de ellas
dan paso a regañadientes a la luz del sol.
Quizás sea esa chica
que entra sin demora,
pide un café doble y una ensaimada,
y se lo toma en silencio en esa mesa apartada,
siempre con prisa y sola,
siempre a la misma hora.
A las 7 35 de la mañana,
a las 7 35 de la mañana.
La chica es mona,
eso está claro.
Pero ella y tú nunca habéis cruzado una palabra.
No sabes donde vive
ni como se llama
Dónde tienes el motivo
para estar tan fascinado.
Quizás sean sus ojeras de recién levantada,
su forma tan curiosa de sujetar la taza,
o ese gesto pensativo al mirar por la ventana,
tantas cosas,
yo qué sé,
es por todo
y no es por nada.
A las 7 35 de la mañana,
a las 7 35 de la mañana.
Por qué no te acercas y le hablas.
No sabes quién es no pierdes nada.
Tienes miedo de ofenderla
o de enfadarla.
Parecer un loco y asustarla.
No es eso lo que pasa
es que no pido más
diez minutos de ella al día
me valen.
No hay que olvidar
que las mejores cosas de la vida
hay que dejar que empiecen
y dejar que acaben.
A las 7:35 de la mañana
a las 7:35 de la mañana
Ahora entiendo todo
pero tienes que pensar
que después de haber montado
todo este tinglado
después de todo esto
ya no hay vuelta atrás
dile algo a la chica
no nos dejes sin cuidado.
Decirle
Hola, qué hay
qué tal estás
cómo te llamas
estaría muy bien.
Pero como las mejores cosas de la vida
esta canción empieza
y esta canción termina.

Nacho Vigalondo.

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