Hay una constante batalla.
Una mujer, apenas madura.
Casi nada.
Batalla, batalla.
Contra su vivienda, su estado, su conciencia, sus sueños.
Todo en su contra.
Ella misma.
En su contra, en su contra. Batalla.
Ella se equivoca, se rompe. Destaza un cuerpo.
Se equivoca.
Sin saber su edad, tampoco puede saber el daño. El que ha provocado.
Le gusta sentirse víctima.
Y se burla, se burla, de su desdicha, de su miseria.
De su mal estado, de su corazón latiendo apenas con migajas.
No es amada, mucho menos comprendida. Se pierde.
Se burla.
No intenta nada. No. No hay intento. Lo ha matado.
Se encierra, en cuatro paredes, una mente, unas manos destrozadas.
Desde luego estoy celosa. Se robó una canción.
De su cinísmo, de su sentir, de ser ella, y no ser yo, de ser yo y no ella.
Estoy enloqueciendo en mi pasividad incorregible.
Exagerada.
Es precisamente en la exageración donde me ahogo.
Se va.
Se encuentran.
Se va.
La extraño.
La quiero para mi.
Dámela.
Ven.
Ámame.
Dejaré todo por ti. Ven. Bésame.
En la oscuridad bésame. Y empieza otra historia conmigo.
Déjame.
Cúrate.
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