Ahí va.
Hoy tuve un día -excepcional- raro.
Ayer dormí (o eso intenté) y una sensación negra, espesa me inundaba.
Fue sumamente nuevo. Claro que me he sentido mal antes, pero no asi.
Ese no era mi sentimiento.
Me despiertan y me dicen que mañana me llevarán a un concierto.
De una banda que definitivamente amo, de la que me sé todas sus canciones. Con la que tengo historia.
Y respondo apenas algunas monosílabas.
Si, ajá, ajá, YA VETE.
(Miren nomás que hasta ahora me doy cuenta lo grosera que soy a veces)
Intento, sigo intentando dormir. Veo el celular por última vez y lloro.
Y no sé por qué estoy llorando.
Resuenan las palabras de algún maestro en mi cabeza "Y si se pierde... el sentido... (difuso) ... puedes vivir con hambre pero no sin sentido."
Y duermo.
Suena mi despertador a las 8. Así lo programé antes de mis berrinches.
Y me siento, me siento cansada. Me siento muy, muy pesada e incluso moverme requiere de mi una fuerza de voluntad sobresaliente.
Me odio en ese instante por no tener la voluntad de cambiar mi humor, por despertar como me dormí: derrotada.
Duermo.
Despierto. No puedo.
Duermo.
Despierto.
Me paro al fin, es tardísimo y el tiempo me viene valiendo lo mismo que mis ganas de caminar adelante.
Desayuno y mi hermano me recuerda del concierto.
"Ya no quiero ir a ninguno, ve tú a todos."
Y el nota algo en mis palabras, algo que no está bien. Y me pregunta el por qué.
Queriendo disfrazar la verdadera respuesta que sin duda es mi apatía reciente decido decirle excusas como el horario y que no me molesta el no ir, en mi tono de voz certero y casi dulce. Él me cree.
Después de un rato al fin me baño.
Y en el baño todo parece mejorar. El agua -que escojo fría- cae y me limpia y me llena y me vacía y me vuelve a llenar me abarca y me acaricia.
4 veces me cambio de ropa, raro, por lo regular no me importa que sucede en mis vestimentas y hoy se me hace crucial, no puedo salir si no tengo LA ROPA.
Pierdo el tiempo en una misma canción. La escribo por todos lados.
Encuentro verdad en la canción. Una verdad que duele.
Bueno, ya basta, me harto de mi humor, tan caído,
tan pior.
Ya estoy en camino, veo a las personas, ya siento irse el pesar.
Y llego ligera a mi escuela. A encontrar la cara que amo.
A encontrar sus brazos, tan tiernos. Y especialmente cuando lo necesito, ella decide llenarme de caricias.
Tomo sus brazos como escudo y siento el mundo.
Protegida, en casa, llena, al fin.
Escucho con atención todas las palabras de su amiga, y reviso sus rasgos, cuán bella la encuentro.
Si, me digo a mi misma, estabas equivocada.
Que bella voz tiene, que no corresponde a su complexión, su voz es para una persona más grande, y me encuentro con la sorpresa de que ella lo es, en una o dos frases me deja verlo, grande como su voz.
Que sabia es la naturaleza, pienso en ese momento. Y que bello es apreciar las cosas por su ser y no por mi juicio previo.
Me siento cómoda y ligera, sonrío con sinceridad.
Y río.
Todo es ligero, es bello. Puedo apreciarlo y aprecio el poder apreciarlo.
Llega mi clase, aquí voy en dirección al salón, al que en un momento dejo de caminar. Mis pasos dan un súbito paso a la izquierda y evado la entrada.
Pero tengo que entrar en algún momento. Y tengo que admitirlo, me siento insegura, inestable.
Tomo ordenes, hago dibujos, hago.
Hago, hago, hago.
Aquí viene el punto, hago y llega un momento en que ya no quiero hacer, me come el miedo.
A pesar de que intento que se vaya este estúpido sentir que sólo me retiene.
Busco excusas en el tiempo, y no razono que me estoy traicionando, sólo hago. Hago. Hago.
Me voy. No sé a dónde.
Recurro inconscientemente a este lugar que considero seguro, dónde los árboles ya tienen nombre y el pasto sabe que he estado ahí antes. Donde me conozco.
Y quiero saber qué es lo que me acaba hacer salir a la mitad de una clase.
ASUSTADA.
Quiero saber qué estoy haciendo o por qué hice lo que hice.
Al mismo tiempo me estoy evadiendo, y mando mensajes, me contesta nadie.
Me desespero, siento como sube por mi garganta el azul de las lágrimas.
Que siempre he pensado que vienen del centro de mi pecho.
"No llores, todo va a estar bien." Es lo único que estoy repitiendo.
Ya ni siquiera intento saber que me pasa, sólo quiero no llorar. Y centro toda mi energía en no llorar.
Subo, espero encontrar el apoyo para no caer. Subo escalera.
Una, dos tres, llegué.
Veo justo lo que no quería ver "una situación comprometida". Yo sólo busco apoyo.
Tomó a esta mujer, que se alegra de verme y que yo adoro. Me pregunta ella
-¿Cómo estás?
Y decido no mentir, "Frustrada" es lo que contesto.
-¿Por qué?
Y aquí es cuando todo se vuelve más difícil, por qué intento decir cosas, intento formular las oraciones y de mí sólo salen respiraciones cortadas, palabras clave "maestra" "pánico" "clase" "no sé".
Recuesto mi cabeza en su hombro, pero mi respiración sólo se acorta más y más, siento el mareo, y mi mente grita "RESPIRA" y juro, juro que eso intento, sólo quiero respirar, dejar de llorar.
Pero más que el intentar recobrar el aire, más que cesar las lágrimas, estoy asustada, por qué no sé que me está pasando. Por qué no entiendo porque no puedo controlar lo que siento.
¿Por qué no puedo controlar algo tan simple como mi propio respirar?
Al fin me sienta ella en una banca y acaricia mi cabello y me abraza como protegiéndome de algo.
Y mis energías están todas en seguir la respiración de mi amiga para calmar la mía.
Poco a poco lo logro. Cuando al fin me siento calmar me doy cuenta con la fuerza que estoy apretando el brazo de mi amiga. Lo libero de a poco. Me siento tan confundida de no controlarlo como siempre lo he hecho.
"Pensaré en eso luego" Pues claro, lo último que quiero es provocarme otro ataque.
Tengo que entrar a otra clase, dónde no me convence el discurso ni la maestra, me convence lo que ofrece.
Me quedo.
Agradezco por última vez a las manos que hicieron surgir mi calma, que rizaron mi cabello como de madre a hija, que me hicieron sentir protegida. Y la última frase es la que se guarda en mi mente: "Si me asusté un poco, nunca te había visto así." Y siendo coherentes con esta historia, yo tampoco nunca me había visto así, yo también me asusté.
Ahora tengo que explicarle a los brazos que amo lo que sucedió. Pero siento como la energía cambia.
Se que ella piensa a veces que no necesito nada. Y está equivocada.
Me cuesta a veces abrirme cuando sé que cambiará la energía. Cuando sé que pensará que no fue suficiente o que no fue ayuda.
Cuando sé que por decir cómo me sentí borraré su alegría. Pero no me lo guardo, si ella me pregunta tengo que decirlo, a ella no le voy a dar la voz "casi dulce" a ella no. Si con alguien tengo que ser sincera, es con ella. SIEMPRE.
Lo último que quiero es transmitir esta energía, tan pobre y tan confusa. Con niveles apenas perceptibles de movimiento.
Aún no acaba el día, pero lo que se movió hoy parece el trabajo de mil años.
Estoy bien, después de todo.
Y después de todo, tengo quién me cure.
Quizás mañana pueda entender un poco más, pero por hoy, creo que me quedo con la satisfacción de sobrevivir.
Quizás a veces eso se necesita, un golpe que me haga apreciar que estoy viva y que puedo volver a apreciar las cosas desde cero, quizás... quizás este no es tropiezo, quizás es avance. Quizás vendrá algo.